Una gota de Rocio... 2ibhr89
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 Una gota de Rocio...

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MensajeTema: Una gota de Rocio...   Una gota de Rocio... Icon_minitimeDom 24 Mayo 2009, 15:35

Bueno pues aqui les va mi primera historia. No soy escritora, asi que no es algo extraordinario, simplemente me inspire.

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Nos remontamos a principios del siglo xviii Paris Francia, no recuerdo exactamente debido al tiempo transcurrido, pero más o menos por ahí nació Rocío del Pilar Revoir, osea yo. Mi vida de humana fue un tanto complicada. Para empezar quede huérfana de madre al nacer y como a mi padre nunca lo conocí, mi madrina Edith se hizo cargo de mi. No me puedo quejar de su trato. Era muy buena conmigo, me consentía mucho pero también me hablaba claro acerca de la vida. Ella trabajaba como criada en la casa de uno de los condes más influyentes, El Conde de Paris. Vivíamos en una humilde casita dentro de su reinado, que el mismo conde daba a sus empleados. El conde tenía fama de ser un poco excéntrico, pero según mi madrina era buena persona. Cuando comencé a crecer, busque trabajo como modista, ya que a pesar de mi madrina trabajar para el conde yo quise ayudarla consiguiendo otra clase de trabajo. Mi madrina estaba muy anciana y cada vez más enferma. Un día me llamo para “hablar serio”, me asuste ya que cuando ella ponía ese tono era que algo malo pasaba. Me dijo que su condición de salud era muy mala y que presentía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Yo estaba por cumplir mis quince años y aunque tenía un trabajo, no estaba preparada para enfrentarme al mundo sola. Mi madrina me decía que esa era la ley de la vida y me dijo que muy pronto debía trabajar en el castillo del conde.
-¿Qué?- dije con asombro
-Sí, mi niña, debes trabajar allí. He hablado algo con él y me dijo que estaba de acuerdo. Además esta casa que tenemos es para sus empleados y cuando yo falte te echará de aquí. Por eso te digo que lo mejor es que trabajes para él. Además, ¿a que le temes? El es una buena persona.
-Pero es que a mí me gusta lo de modista y no sé, no me sentiría a gusto en el castillo.
-Rocío, esto no es cuestión de gusto, es cuestión de necesidad. Tú tienes que ir a trabajar con él y debes empezar lo antes posible, no esperes a que yo me muera para hacerlo.
-No diga eso madrina… - dije entre llanto
-No me des mas disgusto. La próxima semana te llevare para que lo conozcas.
Ahí quedo la discusión. Yo no quería ir pero no había más remedio.
Llegado el día de ir a conocer al conde, madrina me arreglo lo mejor que pudo dizque para que pareciera una señorita fina.
-Señor conde…- toco a la puerta uno de sus sirvientes – Lo busca doña Edith y una muchacha.
-Hágalas pasar- dijo una voz que provenía del interior del despacho real. Era una voz de hombre pero fina, suave, y a la vez firme y decidida. Entramos mi madrina y yo. Era un lugar maravilloso, lleno de lujos y bellezas, pero entre todas las bellezas que habían en esa sala, resaltaba una, la más importante de todas: El Conde. Era totalmente distinto a lo que me imaginaba. Era un hombre alto, muy alto, delgado, de una piel blanca como la porcelana, la cual no parecía tener huella del tiempo. Su rostro era como el de un ángel. Sus ojos verdes grisáceos, facciones finas y cabello de un color difícil de describir que iba de rubio a marrón pasando por el gris. Me quede como tonta mirándolo, hasta que mi madrina me hizo volver a mi realidad ordenándome que le brindara reverencia al conde.
-Es mi ahijada Rocío, su majestad- dijo la dulce anciana
-Es un placer, Rocío. Miguelle Richardue Le Chavre conde de Paris, pero llámeme conde Miguel.
No sé si fue mi imaginación pero el conde también me había contemplado por largo rato. Al parecer algo de mi le atraía. La presentación ante él se dio sin yo prestar atención. Mi madrina y el conde se estaban poniendo de acuerdo en no sé qué asunto. Yo solo tenía mente para pensar en el ejemplar que tenia ante mis ojos. Nunca había visto un hombre así. Me intrigaba su forma de mirarme. Mientras hablaba con mi madrina me miraba. No sabía que pensar. Me cautivo su personalidad, su belleza su voz, todo. No sé cómo pude negarme a conocerlo cuando mi pobre madrina me dijo que debía trabajar para él.
Para mi sorpresa el conde no me coloco como sirvienta, al contrario me asigno una habitación y se dedico a educarme. Yo me sentía rara, el conde tenía muchas atenciones conmigo y yo no sabía que pensar.
Un día recibí la noticia más triste: mi madrina había muerto. Desde ese momento el conde se volvió mi protector, aun más de lo que ya era, hasta que un día me ofreció matrimonio. Yo encantada acepte, la verdad es que me gustaba mucho. Pero en medio de esa felicidad había algo en mí que hacía que le temiera. Era como si su belleza me intimidara, en especial su baja temperatura corporal y sus ojos que a veces me parecía como si cambiaran de color. El era muy atento y nuestra relación era muy abierta, nos contábamos nuestras cosas y él me hablaba de sus planes. Aunque había algo extraño: nunca mencionaba a su familia. Un día le pregunte, pero me contesto con evasivas, diciendo que habían muerto y que le era muy difícil recordarlo. Yo tenía la sensación de que me ocultaba cosas. En verdad era un ser muy raro, con costumbres muy particulares, se pasaba casi todo el día dentro de la casa porque decía que el sol le hacia daño a su piel. A pesar de ser un hombre como de 40 años su piel no tenía un solo rasguño y se notaba que hacía mucho que no la exponía al sol. Sin embargo le encantaba salir a pasear conmigo en las noches. Una noche después de nuestro habitual paseo, me despedí de él y me fui a dormir.
Estando en mi habitación comencé a sentir ruidos. Lo que me intrigo fue que estos provenían de debajo de mi piso. Mire extrañada y descubrí una puerta la cual abrí. Vi que se trataba de algo parecido a un túnel, pero este era vertical y mi curiosidad pudo más que yo así que busque un quinqué y baje hacia el oscuro túnel por el cual me deslice hasta el fondo. Comencé a caminar hasta que tropecé con algo…
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Era un hombre, un joven. Estaba tendido en el suelo, tenía un aspecto débil, pero a pesar de ello, era muy apuesto. Su piel era pálida, sus ojos color miel, cabello negro, un aspecto tierno. Me quede sin pronunciar palabra…
-Muchacha, no debes estar aquí. Huye, vete, vete lejos de aquí.
-¿Qué dice? Primero descubro que hay un hombre oculto en este lugar y el mismo se atreve a decirme que me vaya. ¿Quién se cree que es?
-Tú no sabes nada, lo mejor es que olvides que me viste y te vayas.
-Pero tú necesitas ayuda, estas muy pálido, pareces enfermo. Además estas en una propiedad privada. Debo avisarle a alguien, quizás el conde te podrá ayudar. El es muy bueno.
Al decir esto el semblante del joven cambio, fue como si hubiera dicho algo terrible.
-No, a el menos que a nadie. Por favor te suplico que no le digas que me has visto.
-Pero… no entiendo. ¿A caso lo conoces? – Yo no comprendía lo que estaba pasando.
-Es muy difícil de explicar. Lo único que debes hacer es irte lejos donde ese hombre no pueda hacerte daño. – dijo él con un tono de tragedia.
-Pero como me va a hacer daño, es mi prometido.
-¡Como que tu prometido!- grito
-Miguel ha sido muy bueno conmigo, se hizo cargo desde la muerte de mi madrina y luego me propuso matrimonio, es el hombre más bueno que conozco, además yo no tengo porque darte explicaciones, ni siquiera se tu nombre.
-No sabes lo que dices, ese hombre es el más cruel y ambicioso que pueda existir.
-¿Qué?
-Olvídalo.
-No, ahora me lo vas a contar todo. ¿Por qué te expresas así de mi novio? ¿A caso lo conoces?
-Sí, muy bien si eso es lo que quieres te voy a contar la historia de tu flamante novio. Ese hombre al que tanto defiendes es mi primo y es un monstruo. Es un asesino y un desgraciado que mato a mi padre y se atrevió a correr a mi madre que era su hermana de su propia casa y a mí me despojo de todos mis bienes. ¿Y sabes por que lo hizo? Porque mi padre descubrió la verdad su verdad y también mi verdad. Un día salimos a cazar por el bosque y de momento algo se nos abalanzó encima, solo sentí dos agujas en mi cuello. Al despertar mi tío estaba junto a mí en el suelo y frente a nosotros, un imponente vampiro quien nos confeso que nos había atacado. Yo renegué de mi nueva condición, pero mi tío enloqueció, se volvió ambicioso y cruel. Yo aprendí a controlar mi sed, en cambio mi tío no pudo y ha matado a muchas personas. No podíamos regresar al castillo así, por lo que decidimos fingir nuestra muerte. Pero mi padre descubrió la verdad y Miguel enfurecido lo mato y a mi madre la metió en un sanatorio. Durante más de 150 años se ha negado a darme lo que me corresponde. Yo he estado en muchas partes del mundo, pero ahora he regresado para reclamar lo que es mío y hacer justicia.
Quede en un estado de shock. No podía creer lo que ese ser me estaba diciendo. Mi novio, mi prometido el gran conde a quien tanto yo admiraba, no podía ser ese monstruo que me estaba describiendo. Mi vida se había destrozado por completo. No sé cómo pero salí de allí como loca. Monte un caballo y me fui galopando. El joven fue tras de mí a pesar de su debilidad, y Miguel al parecer vio todo y también me siguió. Yo no sabía lo que estaba haciendo. Mi mente estaba bloqueada, era más de lo que yo podía soportar. Era tanta la velocidad a la que iba que perdí el control y el caballo me tiro. Caí inconsciente. Muy lejano escuchaba dos voces que supuse serian las de Miguel y su sobrino. Discutían fuertemente. De momento, todo fue silencio, sentí como dos afiladas agujas atravesaban mi cuello. La sensación era combinada. Al despertar sentí mucho dolor. Ambos estaban junto a mí. Al ver a Miguel sentí un temor horrible. El otro joven se dirigió hacia mí, era el mismo que había conocido.
- Mi nombre es Jean Andrés Le Chavre, me dijo. Bienvenida a un nuevo mundo. Lo siento, pero no tuve más opción. Estabas a punto de morir, y yo no podía permitir eso.
-Eso quiere decir que…
-Sí,- me interrumpió Miguel. –Ahora eres una de nosotros y no tienes excusa para despreciarme.
-Jamás volveré contigo. Tú me engañaste, nunca fuiste sincero y ni hablar lo que le hiciste a tu sobrino. No quiero volver a saber de ti. Déjame, déjame en paz.
-Rocío, no te exaltes, no vale la pena, este hombre ya se va y nos dejara en paz.
-Si me iré, pero voy a volver. Rocío es mía, solo mía.
-Que no soy suya ni de nadie, déjeme en paz y lárguese.
Miguel se fue pero su actitud sinceramente me asusto. Andrés trato de consolarme. Era tan diferente la sensación que sentía con él. No sé si deba a mi nueva condición de vampira, pero todo era más placentero. En brazos de Miguel jamás me había sentido como me sentía ahora. Pero a pesar de mi nueva felicidad, había algo dentro de mí que me hacía sentir intranquila.
Paso un tiempo, en verdad no se cuanto ya que para los vampiros los días, meses y años no eran importantes. Miguel aprecio, estábamos Andrés y yo caminando por el bosque a la luz de la luna. Miguel llevaba una estaca en la mano lista para enterrarla en el pecho de Andrés. Ambos forcejearon durante un rato. Yo estaba desesperada, de momento, Miguel vio mi cara al parecer esta reflejaba un profundo dolor, lo que lo hizo recapacitar.
-¡Ya!- dijo Miguel con ímpetu. Está bien. Ustedes ganan. Rocío, yo no quiero que tú me odies, yo solo quiero que seas feliz. Por eso me hare a un lado. Tú lo elegiste a él e hiciste bien. El es mejor que yo. Yo no merezco tu amor. Mis acciones han sido malas y no merezco tu amor. Sean felices.
No pudimos pronunciar palabra. Yo sentí algo parecido a lo que los humanos llaman un nudo en el corazón. Aunque mi cuerpo era diferente y tenía otros poderes, me sentía débil, cansada. Andrés y yo fuimos a cazar. No volvimos a platicar del asunto.
Han pasado varios siglos desde ese acontecimiento. Nunca más volví a ver a Miguel. Andrés y yo sobrevivimos tomando sangre de animales y tratamos de disfrutar lo mejor que tenemos: nuestro amor eterno, literalmente eterno…
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