Crítica sobre "Scott Pilgrim vs. The World" con Anna Kendrick
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Bella Swan Admin
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Tema: Crítica sobre "Scott Pilgrim vs. The World" con Anna Kendrick Sáb 13 Nov 2010, 14:27
De semejante palo arranca Scott Pilgrim vs. The World. A la película se le pueden echar muchas cosas en cara, pero esconder sus intenciones no es una de ellas.
Scott Pilgrim (Michael Cera) es un veintañero con una vida desastrosa: sin trabajo, bajista en una banda cutre (en la película con canciones de Beck), con una novia adolescente con la que intenta olvidar a la exnovia que le destrozó, y viviendo en un cuchitril con su compañero de piso Wallace (Kieran Culkin, de los Culkin de toda la vida), que es el dueño de todos los muebles, incluyendo la cama que comparten.
Y en esto, Scott conoce a Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead), y surge el amor (y el despecho de su ya exnovia adolestence). El problema es que Ramona tiene siete ex (que no exnovios) malvados, que Scott tiene que derrotar, en peleas que parecen sacadas de un videojuego, incluyendo vidas extras y enemigos convertiéndose en monedas al ser derrotados.
¿Una locura? Y tanto.
Y eso sin contar que, en la película, ser vegano te da superpoderes…
Basada en el cómic de culto (culto independiente, pero culto al fin y al cabo) de Bryan Lee O’Malley, su director, Edgard Wright, la ha definido como un musical con peleas en vez de música. Entiéndase: si en un musical los elementos fundamentales de la trama se resuelven con canciones, y después del numerito musical todo sigue como si nada, en Scott Pilgrim los puntos álgidos se convierten en peleas tan estilazadas que hacen que la escena de Neo dándose de galletas con los agentes Smith parezca sacada de una película de Bourne, pero que todos los personajes aceptan como lo más normal.
La película, parece claro, no es para todo el mundo: violencia a lo Mortadelo, referencias constantes a videojuegos, humor tirando a raro, frikismo continúo… Tiene además pegas más objetivas: es en general algo excesiva, alguna pelea se pasa de larga, y la falta de estructura se acaba haciendo rara. Repito: pese a los elogios que siguen, la película no me parece perfecta, ni mucho menos. Y aún así, es una de las mejores películas del año, y desde luego lo más atrevido que he visto en mucho tiempo, más aún viniendo de Hollywood. Tiene, especialmente, dos cosas a su favor.
La primera es un reparto en estado de gracia. Es verdad que los personajes son básicamente los mismo que en el tebeo, pero qué bien les han puesto cara. Cera y Winstead logran, cada uno a su manera, que sus personajes caminen durante toda la película por la delgada línea entre ser encantadores y completamente despreciables (especialmente él, con su increíble capacidad para herir a la gente sin siquiera darse cuenta). Ellen Wong es una Knives encantadora, Anna Kendrick vuelve a bordarlo tras Up in the air, y el reparto sigue con nombres como Chris Evans, Brandon Routh, Jason Schwartzman o Aubrey Plaza, todo ellos en papeles que les quedan como guantes.
Pero el que de verdad se lo lleva de calle es Culkin, con un personaje que aporta al mismo tiempo la nota cómida, la voz de la razón, mala leche y un punto de ternura. Wallace es además un pequeño hito en el mundo de los personajes homosexuales: pese a ser abierta y completamente gay, algo con lo que se bromea mucho en la película, lo que le define no es ser el único gay entre una marea de personajes hetero, sino la suma de otras muchas cualidades. Que no es moco de pavo, visto como está el tema de las minorías en Hollywood.
El otro caballo ganador es la de dirección de Edgar Wright, que ya lo bordó con Shaun of the Dead, una película de la que se suele recordar lo original del argumento, o su humor, pero que tenía un montaje y un estilo visual de quitarse el sombrero. Pues bien, eso no es nada con lo que Wright hace aquí, un despliegue absoluto de estilo que podría ser apabullante y en el que, sin embargo, todo funciona, desde unos efectos especiales constantes pero perfectamente integrados en la historia hasta un montaje que es para levantarse y dar palmas (y al final, como si lo viera, el Oscar se lo llevará Inception, con esa batalla en la nieve en la que no se veía una mierd*). Un visionario (término que se usa últimamente con demasiada alegría) como la copa de un pino, y el mejor uso de los efectos especiales y las nuevas tecnologías que se recuerda. No quiero ni pensar el tiempo que habrán echado en postproducción.
Scott Pilgrim puede que sea, además, la primera película que logra llevar a la pantalla el lenguaje del cómic, que es otra cosa que se dice mucho hoy día, pero sin que venga a cuento. Sin City, Watchmen, 300, Kick-Ass, Matrix, The Dark Knight… De todas se ha dicho que llevaban el lenguaje del cómic al cine, cuando lo que hacían era, si acaso, llevar la estética de algunos cómics. El lenguaje del cómic no son los superhéroes, ni las peleas, ni el derroche visual, ni el partir la pantalla en cachos que parezcan viñetas. El lenguaje del cómic (tanto de Watchmen como de Maus como de Mafalda) es la superposición de imágenes y (opcionalmente) texto en viñetas, y el hecho de que la sucesión de viñetas indique el paso del tiempo (o cualquier otro proceso lógico similar), y el hecho de que el lector tenga que poner de su parte lo que pasa entre una viñeta y la siguiente.
Y eso es lo que Wright consigue replicar con los letreros que se superponen con la imagen, con su montaje absurdo, con el salto de escenarios dentro de una misma escena. Y lo mejor de todo es lo bien que funciona.
En Estados Unidos la taquilla ha sido tirando a mala, pese a las buenas críticas y el entusiasmo de los que la han visto. Sólo queda ahora esperar a que remonte en DVD, y que el tiempo haga su trabajo y la ponga en su sitio. Si hoy día cada vez que sale una buena película no faltan las voces que dicen que es una película de las que ya no se hacen, aquí tenemos el caso contrario: Scott Pilgrim es una película de las que aún no se hacen.
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