La Institutriz 2ibhr89
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 La Institutriz

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Ana García
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MensajeTema: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 00:33

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Bueno, finalmente me animo y os presento mi novela, La Institutriz, voy a empezar por colgar el primer capítulo y espero que os guste, aunque está abierto a críticas, como siempre. La idea es convertir este relato en un libro en un futuro no muy lejano, y mi sueño, como no, es ser escritora. Aunque ya es cuestión de verse si vale o no vale. Ok? os dejo el primer capítulo que tiene el nombre de la novela, La Institutriz. Lo corto en dos, porque me dice que es demasiado largo.
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CAP 1, (1/2) LA INSTITUTRIZ:-

Aunque pasen muchos años, siempre recordaré el momento en que llegué a aquel pueblo, me había bajado del tren en la parada indicada en la carta del duque. Bueno, por fin estaba en Bultino, era una tarde de otoño que parecía ya de mediados de invierno, enseguida me arrepentí de haberme puesto aquel vestido tan ligero. Estaba esperando en el andén, observando como el tren se alejaba envuelto en una nube de vapor cuando vi a un hombre con mi nombre escrito en una tablilla, mal escrito eso sí, pero al menos era mi nombre. Me acerqué a él lentamente y me paré justo delante.

-¿Es usted la señorita Adans?- me preguntó mirándome desde detrás de los cristales sucios de sus gafas de culo de vaso.

-Soy la señorita Adams, con m, pero supongo que soy la persona que busca. – Respondí.

-Bienvenida a Bultino, señorita. El duque la está esperando en la casa, con las niñas; justo aquí al lado tengo el carruaje, si me lo permite llevaré sus maletas.

Observé como aquel hombrecillo que era más bajo que yo, se las ingeniaba para montar mi equipaje en el techo del carruaje, cuando ya solo le quedaba una maleta, le dije que no la subiera, que necesitaba coger algo de esa maleta en concreto y así aproveché para coger mi abrigo.

El viaje duró algo más de una hora por un camino de cabras que me destrozó la espalda de tanto salto. Al menos ahora tenía menos frío. Cuando estaba a punto de una crisis nerviosa de tanto vaivén, por fin paramos de una manera poco ortodoxa, salí casi despedida contra los asientos de enfrente. Mi sombrero fue a parar al suelo y cuando se abrió la portezuela de la carreta le dirigí a aquel personajillo una mirada asesina.

Me tendió su sucia mano y con su ayuda bajé del carruaje, me recoloqué mi sombrero y lo seguí a través del patio de la mansión. La puerta principal estaba entornada y rogué a Dios para que no hiciera tanto frío dentro como hacía fuera.

Al pie de la escalera estaba la criada, al menos la oronda mujer tenía un aspecto más limpio que el cochero. Tenía la cara pálida y los labios pintados de un carmín rojo brillante que ofendía a la vista, su pelo canoso hacía difícil deducir cual había sido el color original de aquella cabellera. Estrechó mi mano con sus dos regordetas y cálidas manos y se presentó como Margot; tal vez fuese algo en aquel gesto o la expresión comprensiva de su mirada, pero inmediatamente me sentí más cómoda en aquella casa. Me acompañó a mi habitación, íbamos seguidas por el cochero, que cargaba con todas mis maletas de una vez, pero que no paraba de golpearlas contra todas las esquinas de las escaleras y de los pasillos.

-¿Prefiere ponerse cómoda ahora o quiere que la lleve directamente a conocer al duque y a las niñas?- me preguntó Margot.

-Creo que lo mejor será que vea cuanto antes al duque y a las pequeñas, así sabré más de mi labor en esta casa. -A pesar del cansancio del viaje en tren y del mareo del último tramo en el carruaje mal guiado por el cochero, sentía la necesidad urgente de conocer al misterioso hombre que tanto empeño había puesto en hacerme venir a trabajar a su casa desde tan lejos.

-Lorenzo, deja las maletas ahí y ve a por leña para encender la chimenea de esta habitación. La señorita Adams tiene las manos heladas- dijo al personajillo jadeante que sostenía mis maletas, luego se volvió hacia mí.- Acompáñeme querida. -Tal como salimos por la puerta sentí el infernal ruido que hicieron todas mis maletas al caer de golpe al suelo.

Seguí a Margot por los pasillos de la gran mansión. Nos asomamos a un balcón que daba a un jardín trasero. A pesar de la hora que era y de que ya había caído la noche, el duque estaba allí, de espaldas a mí, y jugando en un balancín, estaban las dos niñas. No sé si fue casualidad que en ese mismo instante el duque se girase y mirase directamente hacia donde yo estaba, me lanzó una sonrisa que correspondí como pude. La verdad es que ante mí tenía al hombre más atractivo que había visto en mi vida. Se acercó a las niñas y les dijo algo que no alcancé a escuchar y entonces ambas se giraron y pude ver sus caras.

Una era rubia de cabellos rizados y ojos claros, al día siguiente comprobaría que eran de color gris, un color tan frío como la expresión con la que me miraba en ese instante. La otra era morena y llevaba el pelo largo, no tan rizado como el de la rubia, recogido en una coleta, tenía unos enormes ojos verdes que me miraban asustados. El duque puso sus manos sobre los hombros de las niñas y los tres se acercaron hasta quedarse a menos de dos metros de distancia de nosotras. El suelo del jardín estaba aproximadamente un metro más abajo que el del balcón, por lo que para mirarnos a la sirvienta y a mí, el duque y las niñas debían levantar la cabeza hacia arriba. La mirada del duque perforaba la mía y mi corazón latía desbocado ante aquel hombre desconocido.

-Bienvenida a mi casa señorita Adams; estas son mis niñas, Ivonne,- dijo adelantando un paso a la niña rubia a la que calculé que tendría unos diez años- y esta es Ivette- adelantó entonces a la morena que tendría uno o dos años menos que la rubia.

Tras las presentaciones envió a las niñas de nuevo a jugar, luego volvió a fijar sus ojos en mí y me preguntó:

-¿Sabe usted cocinar, señorita Adams?

-Bueno, - respondí- no soy una gran cocinera, pero me apaño bien y si quiero una receta nueva, tengo buena mano con los libros de cocina.

-¡Fantástico!- exclamó- ¿por qué no se encarga usted de organizar la cena de esta noche?

-Señor, - interrumpió Margot- la cena de las niñas ya está lista y la suya…

-Yo cenaré con la señorita Adams- la interrumpió el duque fijando su mirada en la mujer, que se quedó muda al instante.

-La chimenea de la habitación de la señorita Adans ya está ardiendo- Dijo Lorenzo, que se incorporaba al grupo, repitiendo una vez más mal mi nombre.

-Excelente Lorenzo,- dijo el duque.- Márchese ahora mismo hacia el pueblo y traiga provisiones del mercado para los próximos días.

-Señor, ya es de noche – advirtió Lorenzo levantando la barbilla hacia el ocaso.

-Lorenzo, sabes que no me gusta repetir las cosas.

-Como mande el señor duque- dijo Lorenzo mudando el color amarillento de su tez hacia otro más blanco y corrió por los pasillos como alma que lleva el diablo.

-Margot, acompañe a la señorita Adams a sus aposentos para que se ponga cómoda y luego venga a recoger a las niñas para que cenen.

-Sí, señor.- Dijo Margot y me hizo una seña con la mano para que la siguiera mientras el duque mantenía su mirada sobre mí, me sentí desnuda a pesar de mi vestido y mi abrigo.

Una vez en mi habitación no podía quitarme al duque de la cabeza, me dediqué a colocar mis posesiones en los armarios y los cajones. Había una cosa que me inquietaba, como me había mirado el duque y su extraña petición. ¿Qué importaba que la institutriz de las niñas supiera o no cocinar, acaso no era Margot la cocinera? Tal vez pretendía que enseñara a las niñas a cocinar. ¡Qué situación más absurda!- pensé.

Acomodé más o menos mis cosas en la habitación y me puse un vestido azul oscuro que me era muy cómodo, opté por usar mis gastadas botas sin tacón, si me iba a enredar en la cocina, no me sería muy útil andar patinando sobre unos tacones de aguja. Salí de mi alcoba y me dispuse a seguir un pequeño mapa que Margot me había dibujado en un trozo de papel para indicarme donde estaba la cocina. Oí ruidos en un pasillo cercano a donde me encontraba, según mi mapa a medio camino ya de la cocina. No pude resistir la tentación y me asomé, ahí estaba Lorenzo, entre jaulas con gallinas y conejos vivos y varias balas de paja, una jaula estaba abierta y había dos gallinas sueltas, en el momento de asomarme, Lorenzo tropezaba con una de las gallinas y caía sobre la jaula de los conejos haciéndola caer, ésta se abrió, justo el tiempo suficiente para que uno de ellos escapara.


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*Espero que no os resulte muy largo este primer capítulo, si queréis más, pedirlo.
Un saludo, Ana.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 00:35

CAP 1 (2/2) LA INSTITUTRIZ:-

Lorenzo blasfemaba y maldecía su mala suerte, me acerqué y le intenté ayudar a atrapar a los fugitivos. No pude evitar que me diera la risa al imaginarnos como estábamos, aquel individuo y yo corriendo por los pasillos tras las pobres gallinas. Margot asomó al oír la escandalera que ambos montábamos y me dijo que no me ensuciara, que tenía que hacer la cena para el duque. Le dije que no podía abandonar a Lorenzo a su suerte con los animales pues tardaría muchísimo en apresarlos. Margot me dijo que ella haría entonces la cena y que le dijese al duque que la había cocinado yo.

Justo cuando atrapábamos a la última gallina la voz del duque sonó a mi espalda sobresaltándome.

-¿Qué está pasando aquí, Lorenzo?

-Señor duque, ha sido un accidente, me caí y…

-Déjate de historias,- le interrumpió el duque- siempre estamos igual, una sola estupidez más y te irás de esta casa.

-Señor- dije yo- seguramente su intención no era liberar a estas aves.

-Basta- dijo el duque ignorando mi comentario- recoge toda esta porquería y desaparece de mi vista.- Luego se giró hacia mí. - ¿Ya está lista la cena, señorita Adams?

-Sí, -mentí- Margot se ha quedado terminándola mientras yo ayudaba a Lorenzo.

-Usted no está aquí para eso –dijo mientras me tendía su brazo para que me agarrase. Lo hice y juntos nos encaminamos hacia la cocina. Cuando llegamos, Margot estaba emplatando la cena, unas sencillas patatas al horno y unas chuletas de cordero en salsa ligera, olía muy bien.

El duque se sentó junto a mí, yo en una esquina de la mesa y él en el otro lado de la mesa a mi derecha, mirándome fijamente. Despidió a Margot en cuanto ésta acabó de servir la mesa. Durante la comida, el duque me avasalló a preguntas. Dónde había estudiado, cuántos años tenía, si vivían mis padres, si tenía novio… Sobre mis datos académicos le remití a mi currículum y sobre mi vida personal no quise explayarme demasiado. Mis padres habían muerto y no tenía hermanos así como tampoco tenía novio, el que había sido mi prometido me había dejado apenas tres meses antes para casarse, según él por obligación, con una adinerada prima lejana suya. Fue entonces cuando decidí marcharme de Juvia, mi ciudad natal y buscar trabajo como institutriz. Fue una verdadera coincidencia que el duque de Aloisen buscara profesora particular para sus hijas por esas fechas, aunque no lograba entender por qué buscaba tan lejos de su hogar.

-Aún no me ha dicho cómo quiere que la llame, señorita Adams me parece muy impersonal.

-Bueno, me parece que no acaba de ser correcto que las alumnas llamen por su nombre de pila a su institutriz. Me suena a falta de respeto.

-No estoy hablando de las niñas, sino de mí.- Me contestó con normalidad.

-Puede llamarme Elena- dije sonrojándome hasta la raíz de los cabellos.

-Bonito nombre, yo soy Ángel, así podrá llamarme usted cuando estemos solos, ante los sirvientes y las niñas deberá seguir llamándome señor duque.

-Vaya, qué honor- dije en broma, ante lo que me mostró de nuevo su perturbadora sonrisa. – Hábleme de sus hijas- dije para romper el hielo y mi propia incomodidad.

-Nunca he dicho que sean mis hijas- respondió, removiendo con el tenedor el contenido del plato, del que no había probado ni un solo bocado.- Son huérfanas que recogí del hospicio. Aunque las educo como hermanas entre sí e hijas mías, no son ni una cosa ni la otra.

-Ese es un gesto que le honra, señor duque, perdón Ángel- me corregí a mí misma.

-Y dígame Elena, ¿de verdad ha cocinado usted esta cena?

-La verdad es que no, la hizo Margot, yo estaba con los animales- dije mirándole a los ojos, me esperaba una bronca, pero sus ojos eran inescrutables, su pelo negro suelto le caía hasta los hombros y el flequillo le tapaba las cejas, tenía unos hermosos ojos verdes y la piel muy clara, perfecta, ni una sola peca o cicatriz en toda la piel que había a la vista, ni en sus manos, ni en su cara, ni en su cuello. Nunca había visto cosa igual, yo misma tenía una cicatriz bajo el mentón recuerdo de una travesura infantil.

-Ya me parecía a mí que algo tan vulgar no lo hubiera podido cocinar una dama tan fina- dijo por fin, sacándome de mis pensamientos. Yo ya había terminado mi plato, el suyo estaba revuelto, pero entero. – Vamos a tomar una copa, quiero enseñarle otras partes de la casa.

Me levanté y agarré su brazo.

-Usted no ha comido- dije.

-Le he mentido, he cenado con las niñas, solo quería tener un momento a solas con usted, mañana empezará a darles clases a las niñas y quería conocerla mejor.

Al abrir la puerta de la cocina nos dimos de bruces con Lorenzo.

-Señor duque…- dijo el criado.

-Mañana, Lorenzo, lo que quiera que sea, puede esperar a mañana.- Respondió el duque sin volverse a mirarlo.

-Pero señor…-Insistió el otro dando un paso al frente con impaciencia.

-¡He dicho que mañana!- le fulminó el duque revolviéndose rápidamente como si le molestase la voz de aquel hombrecillo. Yo iba cogida de su brazo y di una vuelta casi completa sobre mí misma. Me dio tiempo de ver a los dos hombres cara a cara, la diferencia de estatura era notable, el criado apenas le llegaba al amo por la mitad del pecho y yo misma llegaba hasta la barbilla del duque.

Aún no estoy segura de lo que vi, pero juraría que en los sucios cristales de las gafas de Lorenzo vi los ojos del duque brillar rojos como si fueran dos brasas encendidas.

El criado huyó atemorizado y aunque intenté ver por qué puerta se metía no podría especificarlo. El duque tiraba de mí en dirección contraria, me enseñó varias estancias de la casa, aunque sin duda mi favorita fue la biblioteca, el sueño de cualquier aficionado a la lectura, pero él tenía prisa por salir de allí; me llevó hasta el salón de baile, una sala enorme y totalmente vacía, había una plataforma, donde en los bailes se situaría la orquesta y espacios para poner sillones, para que los bailarines cansados pudieran descansar. Me tomó de la cintura y empezó a bailar, sin música, al notar mi rigidez me miró extrañado.

-¿No te gusta la música Elena?

-No hay música Ángel, estamos solos.- Intenté sonreir, pero estaba algo desconcertada.

-¿En serio crees que no hay música?- dijo rodeándome por la espalda y tapando mis oídos con sus manos.- ¿Estás segura?

Cuando retiró sus manos de mis oídos había música, un vals sonaba claramente en la sala de baile, pero no había músicos, no sabía de dónde provenía la música, pero volvió a agarrarme por la cintura y bailamos, el vals era muy largo y yo estaba cansada del viaje, al menos eso fue lo que pensé, cuando bailando con el duque sentí de repente una profunda sensación de sueño.

-No te duermas, Elena, tienes que llegar a tu habitación.

Me sentí desvanecer y cuando volví a abrir los ojos, Ángel me llevaba en brazos por el pasillo de mi habitación, abrió la puerta suavemente y me colocó en mi cama, se quitó la chaqueta y me la echó por encima. Me contempló unos instantes y luego se fue.

Desperté unas horas más tarde, aún era de noche, casi me arrastré hasta el baño, un sueño espeso nublaba mi cabeza, parecía que me hubiera drogado con algo en la cena. Me mojé con agua fría la cara y me despejé un poco. Volví a la cama, y esta vez me metí dentro. Debo reconocer con pudor que tuve sueños románticos con aquel hombre de ojos perturbadores.

Volví a despertar por la mañana, la chaqueta del duque había desaparecido y sobre mi cómoda había unos papeles con los horarios de estudios y las materias que debía darle a las niñas.

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* Este y el anterior post forman el primer capítulo, si os gusta, sigo.
Un saludo, Ana.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 00:49

Que si me gusta?????????????????????? Me encanta nena ya puedes seguir juuuuuu
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Ana García
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 00:59

CAP 2 (1/2) LAS NIÑAS:-

Me vestí y bajé a la cocina buscando el desayuno, un vaso de leche o un café me ayudarían a despejarme, aún sentía la cabeza atontada. Margot se afanaba ante los fogones encendidos, supuse que estaba haciendo la comida, olía muy bien. Me saludó muy agradable y me dijo que las niñas despertarían dentro de una hora, luego mis clases comenzarían en aproximadamente dos horas. Me preparó un vaso de café con leche y le pedí que se sentara conmigo mientras desayunaba.

-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esta casa Margot?- pregunté mientras devoraba unas galletas junto con la bebida.

-Llevo en esta casa prácticamente toda mi vida, empecé cuando tenía quince años como doncella, ahora soy la ama de llaves, cocinera, limpiadora, vamos una multiuso.

-¿Cómo puedes tú sola hacerte cargo de una casa tan grande? Yo me volvería loca.

-No es para tanto, solo hay que organizarse, no hay que limpiar la casa entera todos los días, se hace un plan de limpieza semanal y se lleva a rajatabla.

-¿Y si algún día te pones enferma?

-Eso no ha sucedido nunca, tengo una salud de hierro.-Dijo mostrando una gran sonrisa de satisfacción.

-Me alegro por ti. Espero que yo pueda decir lo mismo de mí. ¿Cuánto tiempo llevan las niñas en esta casa?

-Primero llegó Ivonne, cuando tenía 3 años, al año siguiente el duque trajo a Ivette, era casi un bebé, tenía solo dos años.

-¿Qué ha pasado con las otras profesoras? -quería informarme de las anteriores maestras de las crías, tal vez una mala experiencia hizo que el duque se decidiera a buscar en Juvia, a casi setecientos kilómetros de Bultino.

-Nunca ha habido otras profesoras- respondió la mujer con naturalidad.

-¿Cómo, quién ha educado a las niñas?- Me asusté ante la idea de que las niñas fuesen analfabetas, pero en seguida la deseché.

-El duque, él se ha encargado de enseñarlas a leer y todas esas cosas que se enseñan en la escuela.

-¿Y por qué ahora se decide a contratar a una institutriz?

-No lo sé, -se encogió de hombros- debe ser porque las niñas ya van siendo mayores y necesitan una presencia femenina en esta casa aparte de la mía, yo no les presto mucha atención y Lorenzo es un desastre, además que el duque no le permite acercarse a las muchachas.

-Lorenzo me da pena, anoche el duque se enfadó con él.

-El señor siempre está enfadado con Lorenzo, creo que lo tiene aquí por lástima. Si el amo no fuera tan buena persona le echaría.

-¿Cuánto tiempo lleva aquí Lorenzo?

-Mucho, él también fue recogido del hospicio, pero le recogió cuando tenía ya unos dieciséis años, no ha podido meterle en vereda, por más que se ha esforzado no ha podido aprender casi nada, lee fatal y escribe aún peor. Es un poco tarado- dijo Margot haciendo un gesto con el dedo sobre su sien que yo entendí claramente.

-Pobre hombre, me sentí muy mal anoche cuando vi como el duque le echaba fuera de su vista.

Margot me contó los orígenes de Lorenzo. El muchacho tenía ahora 25 años, uno más que yo, aunque estando sucio y mal vestido me habría sido difícil de definir su edad. El duque lo había recogido del hospicio después de que lo abandonaran sus padres, eran unos campesinos que lo maltrataban a menudo, cuando lo dejaron a las puertas del hospicio tenía las dos piernas rotas por una paliza. Al no conseguir enseñarle más que a leer y a escribir con poca precisión; lo había convertido en cochero, chico de los recados y varias tareas más. No cobraba nada por su trabajo en la casa por lo que la esperanza del muchacho era que el duque le tuviera en su testamento, poco imaginaba yo que el duque tenía una salud de hierro y más años de los que aparentaba, pero aún faltaba mucho tiempo para que yo supiera quién o qué era el duque de Aloisen. El defecto de la vista de Lorenzo y su baja estatura seguramente serían consecuencias de las palizas sufridas durante años las que le habían causado retrasos en el crecimiento y desarrollo, pero pese a todo, debía dar gracias a que no cojeaba después de haber tenido las piernas fracturadas.

Cuando tenía tiempo libre se dedicaba a amaestrar animalillos, desde palomas hasta lagartos, cosa que hacía a escondidas del duque, que llamaba a las palomas ratas con alas.

Después del desayuno me dirigí a la biblioteca, que era el lugar donde tenía que dar las clases a las niñas. Margot se asomó un instante a la puerta mientras yo leía los lomos de la gran cantidad de libros que se apilaban en las numerosas estanterías. Me informó que las niñas ya estaban despiertas y que pronto vendrían a la biblioteca. Me senté en el escritorio que supuse era para mí, puesto que delante de él estaban situados dos pupitres que imaginé eran para las niñas. Antes de empezar con las clases tenía que saber qué nivel de estudios tenían las niñas. De pronto me di cuenta de que no había visto al duque esta mañana. ¿Dónde estaría, a qué se dedica un personaje de la nobleza durante los días? Pensando en esto estaba cuando la puerta se abrió y la cabecita morena de Ivette se asomó por la rendija.

-Pasa, - le dije- ya es hora de empezar las clases.- La puerta se abrió un poco más y las dos niñas entraron, yo di la vuelta al escritorio y me coloqué delante de la mesa.

-Buenos días, señorita Adams- dijeron al mismo tiempo las dos niñas y se sentaron en los pupitres, Ivonne a mi derecha e Ivette a mi izquierda.

-Bien, antes de nada quiero que me habléis un poco de vosotras mismas y luego haremos unas pruebas de lectura y matemáticas para ver cual es vuestro nivel. – Las niñas me miraron perplejas.- Empieza tú Ivonne- dije a la niña de rizada cabellera rubia.

-Yo soy Ivonne, tengo 10 años y el duque me recogió del hospicio cuando era pequeña, no recuerdo nada de mis padres. Sé leer y escribir en castellano e inglés aunque las matemáticas no me gustan mucho. Mi materia preferida es la historia. De mayor me gustaría ser noble, como el duque, así que me casaré con un hombre con mucho dinero.

Dijo todo esto sin parpadear y me dejó de piedra con su idea de la vida, tenía muy claro que pretendía tener una vida fácil. Miré a la otra, que hoy tenía los cabellos sueltos y que le llegaban hasta media espalda.

-Yo soy Ivette, tengo 9 años y el duque me recogió también del hospicio, mi madre me abandonó nada más nacer, eso es lo que el duque me ha dicho. Sé leer y escribir en castellano, pero me cuesta hacerlo en inglés, me gustan la literatura y las matemáticas y no me gusta nada la geografía. De mayor quiero ser…- se calló de golpe y bajó sus ojos al suelo.

-Dime Ivette,- la conminé yo agachándome hasta ponerme a su altura- ¿qué quieres ser de mayor?

-Esta tonta aún no sabe lo que quiere ser, no le haga caso señorita Adams, cada día dice una cosa diferente.- Saltó la niña rubia como si estuviera cansada de oír a la morena.

-Ivonne, no digas tonta a tu hermana.

-No es mi hermana.- Me contestó, retándome a entrar en su juego, pero yo no estaba por la labor.

-Como si lo fuera, el duque os quiere a las dos igual.

-Tú aún no sabes nada del duque, ¿verdad?

-¿Qué es lo que tendría que saber?- respondí desafiante.

-Nada - dijo disimulando.

Las niñas pasaron la prueba con nota, las dos tenían un nivel muy alto de formación para su edad, aunque la soberbia de la rubia lo que pretendía ocultar era la diferencia de inteligencia con la morena. Ivette era mucho más inteligente que su hermana.

Paramos las clases cuando Margot apareció en la puerta avisando que la comida de las niñas estaba lista. Yo comería un poco más tarde, cuando las chicas durmieran la siesta.

Me dediqué a pasear por los terrenos de la gran mansión, había unos extensos jardines llenos de flores de todas clases, con el sol del mediodía las rosas derramaban su olor al viento. Arreglando los arriates estaba Lorenzo, sudoroso, despeinado y sin camisa; este pobre muchacho estaba a poco de ser un esclavo.

-Señorita, tenga cuidado con el sol, causa pecas. -Dijo cuando vio que me acercaba, y señaló mi cabeza, advirtiéndome de que no llevaba sombrero.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 01:01

CAP 2 (2/2) LAS NIÑAS:-

-No se preocupe por mi piel, Lorenzo, ¿qué hace usted, no sabía que también fuera jardinero?

-Yo soy muchas cosas señorita Adams, cuando algo se rompe, cuando hay que ir con el carruaje, cuando hay que hacer la compra, cuando hay que arreglar los jardines, ahí está Lorenzo- dijo entre apesadumbrado y sonriente.

-Dime una cosa, ¿te trata bien el duque?

-Me da cobijo y comida, aparte de trabajo, no necesito nada más.

-No me gustó como te trató anoche, lo siento mucho.

-No fue culpa suya señorita, es que yo soy muy torpe -trataba de restarle importancia al suceso de la noche anterior.

-Bueno, tal vez pueda sacar un momento por las tardes para darte clases y ayudarte a mejorar.

-El duque no me dejará, dice que soy un tarado.

-Que yo sepa, la profesora soy yo, me gustaría comprobar si eres un tarado por mí misma.

-No lo sé, señorita, si el duque se enfada conmigo porque hago cosas mal, me merezco la reprimenda, pero no quiero hacer nada que le provoque.

-¿Le tienes miedo, Lorenzo?

-¿Usted no?- dijo levantándose en su corta estatura y mirándome fijamente a los ojos.

-¿Debería tenerlo?- dije yo. Entonces el muchacho se subió las gafas con sus sucias manos, ensuciando aún más los cristales, miró hacia la casa y pude advertir que estaba nervioso.

-Deberíamos irnos, es hora de comer.

Comí en la cocina, junto con Margot y Lorenzo que tenía unos modales muy criticables en la mesa. Su manera de tomar los cubiertos era más bien grotesca, y cuando se cansó, los apartó de cualquier manera y comenzó a comer con los dedos. La mujer era mucho más delicada y limpia en el uso del instrumental, aparte de ser una magnífica cocinera.

-Dígame Margot -pregunté mientras pelaba una manzana con un cuchillo más bien romo.- ¿A qué se dedica el duque? No le he visto hoy. -Los dos se miraron y a Lorenzo se le atragantó el bocado que tenía en la boca y empezó a toser.

-Bueno, el duque está ocupado todo el día, no dispone de tiempo para las niñas hasta que se hace de noche.

-Las niñas deberían irse a dormir pronto, forma parte de la disciplina que tengo que inculcarles -prescindí del cuchillo y comencé a comerme la manzana a mordiscos.

-Nosotros solo somos criados, señorita, no sabemos nada. La mansión es del duque y es él quien dicta las normas.

-¿Y qué es lo que le mantiene ocupado todo el día? -Pregunté de nuevo, me habían contestado sólo a medias.

-Eso es mejor que se lo pregunte a él, nosotros casi nunca salimos de la casa.

-¿Te ha dicho algo esta mañana antes de irse?

-¿Sobre qué?

-Esta mañana encontré sobre el aparador de mi habitación unos papeles con el plan de estudios de las niñas. Supongo que no habrá llegado hasta allí solo. Igual le ha comentado algo esta mañana durante el desayuno.

-No, no recuerdo que me dijera nada. Tal vez se le olvidó o es un tema que prefiere tratar con usted personalmente.

Cuando despertaron las niñas aún lucía un brillante sol, así que les dije que se pusieran un sombrero y salimos a dar clases de ciencias naturales al jardín. Lorenzo seguía trabajando con las flores y le pedí que explicara a las niñas los diferentes tipo de flores que había sembrados. Ivonne se dedicó a burlarse del pobre muchacho con sumo descaro, mientras Ivette se mantenía parada junto a mí, como si el hombrecillo le causara miedo.

-¿Tienes algún problema con Lorenzo, Ivette?- pregunté.

-No, es solo que el duque no quiere que nos relacionemos con él. -Respondió mientras se ocultaba detrás de mi falda.

-¿Y por qué? Yo estoy aquí para cuidaros, además Lorenzo es inofensivo.

-Porque él no es como nosotras -dijo Ivonne con soberbia, enredando uno de sus rizos entre sus dedos.

-Ivonne, todos los seres humanos somos iguales ante los ojos de Dios -dije tratando de reprender a la niña de cabellos dorados.

-Eso no es lo que dice el dueño de esta casa -me contestó con altanería.

-Tendré que hablar con el duque de eso, no es bueno inculcar escrúpulos en unas mentes tan jóvenes.

-Como se nota que no sabe usted nada del duque, señorita Adams, le queda mucho por aprender -el comentario me indignó e iba a contestarle cuando Ivette se me adelantó llamando al orden a su hermana.

-Ivonne, sabes que hay cosas de las que no podemos hablar.

-¿Qué pasa? –pregunté.

-Nada. -Contestaron las dos al unísono agachando la mirada.- Tenemos que irnos- dijo Ivette- es la hora del baño. Pronto llegará nuestro padre y tenemos que estar listas.

Se cogieron de las manos y corrieron por el jardín en dirección a la casa dejándome allí, sola con el criado. El muchacho suspiró sonoramente, no pude deducir si de alivio o de frustración por sentirse ofendido por la orgullosa niña rubia.

-Lorenzo, ¿hay algo que no sé?

-Señorita…lleva muy poco tiempo en esta casa, aún no conoce bien al duque y a sus hijas. Los habitantes de esta casa son un tanto... especiales. Mejor que no de mucha importancia a lo que dicen las niñas e intente no discutir con ellas. Llevan toda su vida haciendo lo que les da la gana, no aceptarán una disciplina de buenas a primeras. Relájese y se adaptará pronto.

Cuando las niñas se hubieron bañado y vi que jugaban tranquilas en su habitación, me fui a bañar yo también. Llené la gran bañera de mi habitación de agua caliente y me sumergí en ella, un buen rato más tarde salí del baño con el cabello envuelto en una toalla. Vi que sobre los pies de mi cama había una nota.

Reúnase conmigo en la biblioteca después de la cena.

Era la letra del duque, o al menos era la misma del plan de estudios de las niñas y la de las cartas que había intercambiado con el amo de la mansión antes de mi llegada a la casa. Me desenredé el cabello y busqué algo que ponerme para la cena. Empezaba a incomodarme el saber que alguien entraba en mi habitación cada dos por tres.

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*¿Sigo?
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 01:06

claroÇ!!!! pero yo haria una entrega por dia nena!!!!
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 05 Mar 2009, 01:09

Bueno, pues os dejo hasta mañana, tengo material para rato, son "solo" 62 capítulos.
Espero que os guste y la disfrutéis.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeVie 06 Mar 2009, 02:01

CAP 3 (1/1) EL VAMPIRO:-

Hacía poco menos de una hora que se había puesto el sol sobre las tierras de Bultino, sentados a la mesa de la cocina, el duque de Aloisen y Margot conversaban mientras la sirvienta elaboraba la cena para los habitantes de la casa.

-¿Cómo ha ido el primer día de la nueva institutriz?

-Bien, señor duque, -respondió Margot- las niñas no han sido muy amables con ella, pero al fin y al cabo es una desconocida.

-¿Te ha preguntado algo sobre mí?

-Me ha preguntado a qué se dedica usted -la cara del duque cambió visiblemente de color.

-¿Qué le has dicho?

-Nada, señor, no le he dicho nada. -Respondió Margot temblando.- Que usted estaba fuera todo el día y que yo nunca salgo de la casa.

-Ten cuidado Margot, aún es pronto para que sepa nada.

-Con quien más tiempo ha estado ha sido con Lorenzo, ha estado hablando con él antes de la comida y luego cuando las niñas se han despertado de la siesta las ha sacado al jardín a que él les enseñara no se qué sobre las flores.

-Tendré que hablar con ese estúpido.

-No le haga daño señor, él le tiene miedo, seguro que no le ha dicho nada -dijo Margot intentando ocultar el temblor de sus manos.

-Eso es cosa mía Margot, si no le hago daño a él, puedo hacérselo a usted -respondió el duque enseñando sus largos dientes caninos superiores.

-No, por favor señor, otra vez no -pidió Margot aterrorizada, cubriéndose el cuello con el delantal.

-Voy a buscarlo. -Dijo el duque, saltando ágilmente por la ventana de la cocina, pero no fue un hombre lo que puso sus pies sobre el césped del otro lado de la ventana; un grandioso lobo, mitad hombre, mitad animal corrió a cuatro patas hasta el cobertizo que ocupaba durante la noche el pobre muchacho.

La puerta se abrió de par en par y el duque entró cuando Lorenzo se levantaba de la mesa. Sin mediar palabra lo agarró por los hombros y lo levantó en volandas, apoyándolo contra la pared, le mordió ferozmente en el cuello, Lorenzo apenas tuvo tiempo de ver sus ojos rojos como el fuego. Estaba enfurecido, cuando le soltó, el chico cayó al suelo como un muñeco roto.

-Es demasiado pronto, señor, aún no me he recuperado de la última vez. -Balbuceó con un hilo de voz.

-Vaya, ahora viene cuando el perro le dice al amo como ponerle el collar.

-Yo… no pretendía… señor. -Balbuceó de nuevo Lorenzo, atragantándose con las palabras.

-Ya, ¡cállate! -le interrumpió el duque limpiándose la sangre del joven de las comisuras de su boca.- escucha estúpido, no te acerques a la institutriz, aléjate de ella o te mataré.

-Ella se acercó a mí.

-Cuando ella se acerque tú te vas, ¿me entiendes? -dijo el duque agachándose hasta la altura de la cara del joven y tomándolo por la barbilla.- No quiero que hables con ella nunca más. Esto es una orden.

-Lo siento señor, no volverá a pasar. -Respondió Lorenzo bajando la mirada.

-Hasta ahora me he alimentado de ti con moderación, pero sabes que puedo matarte, nadie llorará por ti. No vuelvas a acercarte a ella o no volverás a ver un amanecer.

-¿Por qué me hace esto señor?

-Oh, vamos, no nos pongamos filosóficos a estas alturas, -contestó el duque uniendo las dos partes de la camisa desgarrada del muchacho- algún día serás como yo, es lo que querías. Si me provocas, en vez de ser un vampiro serás un muerto a secas. Límpiate ese cuello y cósete los botones que se te han caído, tienes un aspecto lamentable.- Se levantó y salió de la casucha del criado y fue a buscar a las niñas caminando tranquilamente hacia la mansión, silbando a la luz de la luna.

-Creo que estar muerto no puede ser peor que esto. -Murmuró el muchacho una vez se hubo quedado solo, se hizo un ovillo en el suelo y se durmió, las fuerzas no le permitían levantarse.

Tras la cena fui a la biblioteca a mi cita con el duque, abrí la puerta despacio tras llamar con los nudillos, y le encontré cabizbajo sobre un libro de cuentas.

-¿Puedo entrar?

-Adelante Elena, -me dijo, levantando la cabeza a la par que se frotaba los ojos con las manos- siéntate, por favor. -Señaló una silla frente a él y yo me senté.

-¿Cómo le ha ido el primer día de clase?

-Bueno, aún es pronto para juzgar, no conozco a las niñas muy bien, pero tengo que decirle que son muy inteligentes ambas.

-Eso ya lo sabía. -Esbozó una de sus encantadoras sonrisas.

-Quisiera hacerle una pregunta, ¿por qué Ivonne trata con tanto desprecio a Lorenzo?

-Él no es como ellas y tampoco tú, no deberías acercarte a él, Elena. -Adoptó un tono paternalista al advertirme del chico, algo que me molestó ligeramente.

-No veo que sea peligroso, puede ayudarme con las ciencias, se explica muy bien con las plantas, se nota que las conoce.

-No quiero que las niñas tengan relación con ese muchacho, esto no es un consejo, sino una orden. Espero no tener que oír a mis niñas decir que han pasado la tarde con el criado una vez más. Todo lo que tengan que aprender, se lo enseñarás tú, para eso eres la profesora.

-Entiendo, una cosa más. ¿Cómo hiciste lo de la música de anoche? -La conversación había derivado hacia un tono que me desagradaba, necesitaba cambiar urgentemente de tema y éste parecía bueno.

-Ah… la música… un viejo truco. Todos tenemos música en nuestro interior, solo hay que saber como ponerla en funcionamiento.

-¿Qué hace usted durante el día? -pregunté.

-Elena, te he dicho que me tutees. Durante el día tengo mucho trabajo, soy tasador de obras de arte, estoy todo el día ocupado buscando obras auténticas entre montones de falsificaciones y baratijas.

-Me extrañó que no estuvieras en la casa en todo el día, cuando el carruaje no ha salido de la cuadra.

-¿Me controlas Elena? Vaya, creo que me equivoqué contigo, más que una institutriz pareces una esposa -dijo sonriendo, pero se notaba que le había molestado el comentario.

-Yo no quería importunarte Ángel, es que estaba dando un paseo intentando acostumbrarme a la casa y fui a parar a las cuadras. El carruaje y los caballos estaban allí.

-Tú no estás aquí para ocuparte de eso. Ocúpate de la educación de las niñas, lo demás es cosa mía.

Tras unas pocas frases más, me aparté de aquel hombre y volví a mi habitación. Era la segunda vez que me decía que yo no estaba en la casa para aquello o lo otro cuando le hacía una pregunta; empezaba a preguntarme para qué estaba yo en esa casa. Aquella noche volvía a tener sueños perturbadores con el duque. Desperté de madrugada y creí ver dos ojos rojos al pie de mi ventana. Me tapé la cabeza y volví a dormirme. Aún no sé si todo aquello fue un sueño.

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* Mañana, ¿más?
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeVie 06 Mar 2009, 04:48

joer!!!!! claro!!!!!!!
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeSáb 07 Mar 2009, 02:12

CAP 4 (1/1) EL PASO DE LOS DÍAS:-

Con el paso de los días las niñas mejoraron su relación conmigo, se notó que el duque les había llamado la atención por su trato hacía mí del primer día. Al que costaba ver era a Lorenzo, desapareció casi literalmente, ya no comía en la cocina con Margot y conmigo al mediodía, cuando le pregunté a la mujer, me dijo que el duque le había prohibido acercarse a mí y a las niñas.

Él seguía desaparecido durante todo el día, solo podía verlo por las noches, hablábamos en la biblioteca prácticamente cada noche, pero yo observé que con el tiempo dejaba aparte el tema de las niñas y la conversación derivaba hacia mí. Parecía que mi vida le causaba gran curiosidad, en el lado contrario estaba que yo apenas conseguía sonsacarle nada de su vida anterior.

Me había dicho que tenía 35 años, que nunca había estado casado y que no descartaba hacerlo algún día cuando encontrara a alguien que aceptase su particular forma de vivir y sobre todo que quisiera a las niñas. Le pregunté por qué había adoptado a las niñas antes de casarse y me dijo que en cuanto las vio no pudo evitar traérselas a casa y desde entonces vivían con él en la mansión.

-¿Y por qué una institutriz ahora? Hasta el momento la educación de las niñas es exquisita y la has llevado a cabo tú solo.

-Yo no soy un buen ejemplo para las niñas, ellas necesitan una presencia femenina en la casa que las eduque en los modales de unas damas. Espero que con tu ayuda, cuando sean mayores, sean unas mujeres fuertes y autosuficientes, como tú, Elena.

-Gracias por el cumplido, Ángel, pero yo no me considero fuerte ni autosuficiente, solo soy una buscavidas. Cuando sentí que no había nada que me retuviera en Juvia, decidí que ya había llegado el momento de partir. Fue muy oportuno que estuvieras buscando profesora particular justo por allí en ese tiempo.

-Eso es ser fuerte, lanzarse al mundo una joven de 24 años, sola y sin protección.

-Nunca consideré que necesitase protección, sé que Dios me protege. Tengo una gran fe en él -dije sacándome del cuello de mi vestido un pequeño crucifijo de oro que siempre había estado conmigo.

-No debería creer en símbolos -dijo el duque entornando los ojos ante la visión del crucifijo de oro- la Biblia lo dice, no adoraréis a falsos ídolos. Hay que creer con el corazón, Elena, no con los ojos.

-Yo he sido educada en la fe católica, estoy de acuerdo en lo de los ídolos, pero esto es lo único que tengo de mis padres, me lo regaló mi padre cuando me bautizaron y luego tras su muerte, fue lo único que conservé. Lo demás lo vendí para pagarme la carrera de profesora y mi estancia en un internado. La casa era muy grande para mi sola y estaba demasiado vacía sin ellos.

-¿Cómo murieron tus padres Elena?

-Tuvieron un accidente con el carruaje. -Por unos momentos guardé silencio mientras recordaba tantos momentos vividos, mis padres, hacía mucho tiempo ya de su muerte y seguía echándoles de menos como el primer día-. Venían a recogerme al internado para pasar la navidad juntos, nunca llegaron… la policía aún no sabe decirme qué pasó. No encontraron ningún defecto en la carreta para lo que sucedió aquel día.

-Lo lamento muchísimo, Elena, debiste sentirte muy desamparada. Por eso digo que tú eres una mujer fuerte y autosuficiente, cómo has superado una tragedia familiar de esta magnitud es la viva muestra de ello. Respecto a la educación religiosa, ni yo ni mis hijas estamos bautizados, llevamos una educación agnóstica, quiero que estén abiertas a todos los campos, no quiero que estén condicionadas por las absurdas obligaciones de una fe obsoleta.

-¿No crees en Dios, Ángel? La fe en dios y en lo que aprendí durante mi educación en un internado religioso me ayudaron a superar los desafíos de mi vida.

-Creo en el poder del Universo, y en la fuerza de voluntad, con ella todo se consigue, no creo en que un Dios me vaya a solucionar la vida con un chasquear de dedos. -Respondió a la par que hacía el gesto con la mano derecha.

-Bueno, es una opinión tan respetable como cualquier otra, pero creo que las niñas deberían creer en algo, ya que no tienen madre, deberían creer que están en el paraíso o algo parecido.

-¿En el paraíso unos padres que las abandonaron en las puertas de un hospicio cuando eran unos bebés? En el Infierno deberían estar.

-Esa es una verdad muy dura para unas niñas tan pequeñas. Quizá deberías haberla adornado un poco.

-¿Y ocultarles lo que la vida hizo con ellas? No, nunca, cuanto antes aprendan que la vida es dura, antes estarán preparadas para esquivar sus golpes.

El duque de Aloisen, Ángel, como le gustaba que le llamase, se descubría ante mí como un ser humano profundamente escéptico y que había trasmitido su desesperación y falta de fe en un dios bueno y misericordioso a sus hijas. Las dos criaturas inocentes que a veces salían por la tangente en las conversaciones más insospechadas, poniendo en sus labios las descarnadas frases de su padre.

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Tomorrow... more.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeMar 10 Mar 2009, 01:03

Bueno, bueno, pasado un ajetreado fin de semana, continuo con la exposición pública de "La Institutriz", aunque me da la impresión de que no me está leyendo nadie.
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CAP 5 (1/1) LORENZO:-

Una madrugada algo o alguien llamó a mi ventana, me desperté asustada y saltando de la cama, agarré el atizador de la chimenea y con él en mano me acerqué a la cristalera. Tardé unos segundos en reconocer al hombre que estaba al otro lado de los vidrios.

Hacía ya dos meses que estaba viviendo en aquella casa y más de un mes y medio que no le veía. Ahora estaba allí, al otro lado de mi ventana, subido a la cornisa que estaba a casi tres metros de altura del suelo; más delgado que nunca, a pesar de que ya era delgado cuando le conocí, estaba muy desmejorado, el pelo le había crecido bastante y además lo llevaba muy revuelto, tenía la cara muy demacrada y unas profundas ojeras oscuras bajo los cristales de sus gafas sucias.

-Dios mío, Lorenzo, pasa -dije abriendo la ventana.- ¿Qué haces ahí fuera con el frío que hace? -arranqué una de las mantas de mi cama y le envolví en ella, yo me puse la bata sobre mi camisón, aunque le consideraba inofensivo, no me sentía cómoda estando sola con él en mi habitación y tan ligera de ropa.

-Nadie debe saber que he venido a verla, señorita Adams; -dijo agarrándome por los hombros- tiene que irse de esta casa cuanto antes.

-¿Qué, por qué, qué te pasa? -respondí intentando zafarme de sus manos.- Siéntate y cuéntame qué te pasa -nos sentamos en el suelo frente a la chimenea de mi habitación ya que el hombrecillo estaba tiritando.

-Señorita, corre usted un grave peligro en esta casa.

-Pero, ¿qué pasa?

-Es el duque, él no es lo que parece, tiene planes para usted.

-¿Qué clase de planes?

-Él es mala persona, peor aún, ni siquiera es una persona.

-Explícame eso -dije yo alucinada.- ¿Cómo que no es una persona?

-No puedo decirle nada más, solo que se marche de esta casa y que por favor, por lo que más quiera, no le diga que ha hablado conmigo.

-¿Por qué te prohibió que te acercases a mí?

-Porque él sabe que yo sí tengo conciencia y no quiere que esté cerca de usted mientras la seduce.

-¿Qué estás diciendo? Ángel no ha intentado seducirme. -Por momentos pensaba que todos los habitantes de aquella casa estaban afectados de la misma enfermedad, la locura.

-Vaya, ahora se hace llamar Ángel. Claro que lo ha hecho, solo que usted aún no se ha dado cuenta. ¿Acaso puede decirme que no ha soñado con él desde que está en esta casa?

-La verdad es que ha aparecido en mis sueños muy a menudo, prácticamente desde el primer día. –Dije yo y me estremecí al darme cuenta que los vellos de mi cuerpo se me ponían de punta.- ¿Cómo lo sabes?

-Es él, él lo ha hecho. Ya lo hizo antes, dos veces. -Cada vez parecía más nervioso y asustado y estaba consiguiendo asustarme a mí también.

-¿Qué quieres decir con dos veces? -Ahora había picado mi curiosidad, ya que Ángel no me contaba nada de su vida, tal vez me enteraría de algo por otras bocas.

-¿En serio ha creído que las niñas no son hijas suyas? -Ahora me miraba como si yo fuese una auténtica idiota.

-No lo entiendo.

-Señorita, hay muchas clases de personas, algunas están marcadas, usted tiene la estrella en la frente, por eso él la ha llamado a su lado. Mire, cada cierto tiempo nace una mujer con la estrella. Esas mujeres son especiales, el duque las persigue para destruirlas antes de que ellas le destruyan a él.

-Sigo sin entenderte, Lorenzo, me estás liando con la historia que me estás contando.

-El duque busca desesperadamente tener un hijo que sea como él, pero no ha tenido suerte hasta ahora, ni Ivonne, ni Ivette lo tienen. Ellas son hijas del duque y de dos mujeres marcadas. Él las sedujo, las embarazó y luego las asesinó tras dar a luz.

-¿Me estás diciendo que ese hombre es un asesino? -Ya no tenía dudas, definitivamente Lorenzo se había vuelto loco.

-¡Sí! Eso es justo lo que es, un asesino sanguinario que mata a sangre fría a todo lo que se cruza en su camino. ¿Cómo crees que murieron tus padres?

-¿Cómo sabes tú lo de mis padres? -este seguía siendo un tema incómodo y doloroso para mí a pesar del tiempo transcurrido.

-Todos en esta casa lo sabemos, él te vio en sus sueños, vio que eras una mujer marcada, la más poderosa de todas las que ha conocido hasta ahora, tenía que ingeniárselas para que nada ni nadie te retuviera en Juvia. También sobornó a la prima de tu prometido para que se casara con él. Por eso la muchacha era tan adinerada. El duque puede permitirse el lujo de enriquecer a una simple cualquiera para quitarse a un estorbo tan importante como tu prometido de en medio.

-No puedo creer todo lo que estoy oyendo. No puede ser verdad.

-Te contaré la historia del duque de Aloisen que él no te contará jamás. El hombre conoció a la madre de Ivonne un par de años antes del nacimiento de la niña rubia. La había visto en sus sueños, era la primera vez en muchos años que nacía una mujer marcada tan cerca de aquí, viajó hasta el país vecino, donde vivía la muchacha para conocerla y conquistarla, aún era una adolescente cuando la sedujo. Se casó con ella y nueve meses después de la boda nació Ivonne, una preciosa niña tan rubia como su madre, pero a pesar de ser hija del duque y de una mujer marcada, pese a ser un híbrido, no tenía ninguna de las dos señales, ni la marca de su madre, ni el “don” del duque. La madre de la niña no pudo superar la pérdida de sangre del parto y murió pocos días después. El duque enterró a su “amada esposa” en una fosa común.
>>Aún antes de la muerte de la madre de Ivonne, el duque tuvo un sueño en donde vio que en otro continente existía otra mujer marcada, dejó a la niña en el hospicio y viajó hasta allí para repetir la secuencia. Pero esta vez se encontró con un problema, la mujer marcada ya estaba casada y tenía dos hijos con su marido, la señora tenía ya 35 años, el duque intentó asesinar al marido y los hijos de la mujer, pero la señora aceptó irse con él a cambio de la vida de sus seres amados.
>>Permaneció secuestrada en otra mansión propiedad del duque hasta que se quedó en estado de él, la madre sobrevivió al parto y al saber que su hija no era lo que él quería, le pidió que le dejase quedársela. Ante la negativa del duque, intentó huir del caserón con la niña, mientras él reposaba. Los esbirros pagados por él la encontraron un año después, había vuelto con su marido y sus hijos; juntos se habían mudado lejos de su hogar, donde creyeron que estarían a salvo de él. Esta vez el duque y sus esbirros destruyeron a la familia y se llevaron a la niña.

-¿Cómo sabes tú eso? -pregunté boquiabierta por la historia que acababa de oír.

-Muy fácil, señorita, Ivette es mi hermana de madre y ella no lo sabe -me contestó con los ojos enrojecidos de emoción.

-¿Y como es que tú te salvaste? -acababa de decir que el duque había aniquilado a toda la familia.

-Me hice el muerto y desaparecí durante muchos años, regresé cuando tenía 15 años, tras un accidente que me rompió las dos piernas me recogieron en el hospicio donde el duque me rescató, a pesar del tiempo transcurrido él no había cambiado nada, parecía que no hubiera pasado ni un solo día por él. Mi suerte ha sido que él no me reconociera, al esconderme tras estas gafas gruesas que uso y al tiempo transcurrido él me aceptó como discípulo suyo. Yo solo quería estar con ella, estar cerca de mi hermana, aunque nunca pudiera hablarle. Solo espero poder escapar de aquí con ella algún día.

-Y, ¿con qué poder podría el duque hacer todas esas salvajadas? No me digas que es un brujo, porque no creo en la magia.

-Es peor aún, señorita, no solo es un brujo, además es un vampiro.

-¡Los vampiros no existen Lorenzo, por el amor de Dios! -Si en algún momento había pensado que el muchacho me pudiera estar contando una espantosa verdad, otra vez volvió a mi mente con fuerza arrolladora la idea de que estaba loco.

-Debería pensar en cambiar de opinión, el duque es un hombre muy poderoso, busca por todos los medios tener un hijo con una mujer marcada, que nazca con su poder, un vampiro nacido podría soportar la luz del sol, ¿no se ha preguntado nunca dónde está el duque durante todo el día?

-Me ha dicho que es tasador de obras de arte.

-Miente, duerme durante todo el día, el secreto está en la biblioteca, pero yo no sé dónde está la entrada. Ivonne es precognitiva, sabe lo que va a pasar antes de que suceda, por lo que a veces logra cambiar los hechos. Ivette aún no ha desarrollado rastros de la herencia de su padre y ruego a Dios para que no haya heredado nada de él.

-Creo que me estás tomando el pelo, Lorenzo, los vampiros no existen. No son más que seres mitológicos.

-¿Ah, no? Y entonces, ¿cómo explica usted esto? –me espetó Lorenzo abriéndose la sucia camisa y mostrándome dos heridas que aún se veían recientes en su cuello. Me acerqué para verlas y me espanté al comprobar que eran las marcas de dos dientes.- El duque se alimenta de mí, es su manera de mantenerme bajo su control, le dije que quería ser como él, así logro que confíe en mí, pero no puedo permitir que la mate a usted también. Es demasiado valiosa.

-¿Por qué soy demasiado valiosa?

-Porque usted puede derrotarle, pero debe evitar por todos los medios quedar embarazada de él.

-No pienso acostarme con el duque. -Tantas alusiones a un comportamiento sexual por mi parte me estaban haciendo enfadar.

-Lo hará, en su noche de bodas -respondió con la seguridad de quién hubiera visto el futuro en una bola de cristal.

-No voy a casarme con el duque- dije ofendida.

-Deberá hacerlo, si quiere salvarnos a todos.

Lorenzo me explicó varias cosas más que yo no quise aceptar, me negaba a aceptar que pudiera existir un ser tan cruel y malvado bajo aquella apariencia tan exquisita. Aquel hombre era el más atractivo que había visto en mi vida, soñaba con él cada noche y tengo que reconocer que deseaba estar entre sus brazos, a mi pesar estaba enamorándome de él. El muchacho me prometió una muestra de que el duque era un vampiro, me avisaría cuando estuviera todo listo. Igualmente, el resto de lo que quedaba de noche no pude conciliar el sueño, cerraba los ojos y en mi mente se dibujaban las escenas de todo lo que el muchacho me había contado, imaginaba a éste hombre terriblemente atractivo y seductor dejando morir a una adolescente desangrada y luego asesinando a toda una familia con tal de tener bajo su control a las dos niñas, a las que por cierto no hacía demasiado caso. Y ahora estaba yo allí, según Lorenzo estaba allí para ser seducida y criar a un futuro asesino, pero mi corazón se negaba a aceptar esa posibilidad. Quería creer que lo que estaba sintiendo por Ángel era un sentimiento verdadero, que nada había influido en mí para que me sintiera atraída por él, que todo era por amor, sólo eso, amor.
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* Proximamente el capítulo 6.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeMiér 11 Mar 2009, 00:53

CAP 6 (1/1) EL PODER DE LAS NIÑAS:-

Ante mi negativa a aceptar la existencia de vampiros, Lorenzo me había prometido una prueba. Él no sabía exactamente dónde se suponía que dormía el vampiro durante el día, pero me juró que muchas veces el duque se servía de su sangre para alimentarse o simplemente para debilitarle como castigo cuando estaba enfadado con él. Me dijo que intentaría que yo le viera transformarse (¿transformarse en qué? pensé yo) pero teníamos que tener mucho cuidado pues el duque-vampiro tenía un olfato finísimo además de una vista que parecía atravesar las paredes, por lo que había un alto riesgo de que fuésemos descubiertos. Pese a todo lo que me había contado y que lo vi que estaba absolutamente convencido de la veracidad de sus locuras, yo no estaba segura de que no fuese todo simplemente eso, una locura, así que decidí seguirle la corriente para mantenerlo tranquilo.

Mientras llegaba la ocasión oportuna para la demostración de Lorenzo, yo me dedicaba a educar a las niñas, aunque tengo que reconocer que algo en las palabras del joven me inquietó, nunca pude volver a mirar a aquellas niñas como hasta entonces. Ya había detectado algo extraño en ellas, ahora jugaba a que Ivonne, si era realmente una precognitiva, no me descubriera.

-¿Quiénes son esas personas en las que está pensando? -me dijo un día la niña rubia, en un momento en que se suponía estaban concentradas en resolver unos problemas matemáticos que yo había escrito en la pizarra.

-¿Qué dices, Ivonne? -La niña me había interrumpido mientras pensaba en mi familia y en mi no tan lejana infancia.

-He visto por su expresión que estaba pensando en algo que la perturba, estaba muy lejos de aquí en este momento.

-Pensaba en mis padres -dije, sentí que la niña rubia estaba leyendo mi mente, Ivette me miraba de reojo mientras hacía la tarea. Parecía no haber oído la pregunta de su hermana.

-Háblenos de sus padres, -pidió Ivonne- las matemáticas son muy aburridas.

-Mis padres murieron cuando yo tenía 18 años, venían a verme al internado donde yo estaba estudiando, tuvieron un accidente.

-No es eso lo que estaba pensando -sentenció la niña.

-Cierto, pensaba en cómo sería mi vida si ellos vivieran o al menos uno de los dos.

-Sería igual que es ahora, estoy segura -dijo Ivonne.

-¿Cómo puedes estar tan segura?

-No existe la suerte, ni la casualidad, ni siquiera las coincidencias, todo en la vida tiene un por qué, no existe efecto sin causa.

-¿Quién te ha enseñado a hablar así? Eres muy joven para estar tan desencantada de la vida -apostillé poniéndome a la defensiva.

-Mi corta vida no ha sido fácil, señorita, usted al menos tiene sus recuerdos y un par de tumbas para llorar por ellos. Yo ni siquiera sé quién fue mi madre.

Lo había dicho, no sabía quién era su madre, nada acerca de la identidad de su padre, claro que eso no afirmaba que ella supiera que el duque era su verdadero padre, tal como había dicho Lorenzo, quizá podría sonsacarla un poco más. Pero era más lista de lo que yo pensaba.

-A lo mejor aún vive -disimulé.- ¿No te gustaría encontrarla?

-Seguro que está muerta, no merece otra cosa, abandonar a una hija en el hospicio y si está viva por mí como si se muere. -Contestó con absoluto desprecio.

-¡Ivonne! -le alcé la voz.- No sabes nada de ella, ni siquiera sabes si te dejó por propia voluntad o fue obligada a hacerlo.

-Verdaderamente señorita, la consideraba más inteligente. -El desprecio que destilaban sus palabras me hirió como si me hubiera lanzado un cuchillo con bastante puntería.

-Jovencita no me faltes al respeto o le informaré a tu padre -la amenacé.

-¿Qué le va a decir, que me aburro en clase?

-Que no haces las tareas.

-Eso no es cierto, aquí están, -se levantó y puso ante mí una hoja de papel con los problemas resueltos- no hace falta que los corrija, están bien. Me voy a la cocina, tengo hambre -dijo y salió dejándome con la boca abierta, cuando corregí los problemas descubrí que estaban bien, Ivette permaneció sentada con la cabeza agachada.

-Usted también tiene la estrella -me dijo de repente sin levantar la vista del papel.

-¿Qué has dicho? -esta simple frase me sacó del enfado que me había causado su hermana de inmediato, la curiosidad era más fuerte ahora.

-Que usted es la mujer que él codicia.

-Mírame a los ojos Ivette, -me agaché frente a su pupitre- ¿qué sabes tú de eso?

-Sé que mi hermana puede ver algunas cosas, pero yo veo más, solo que no soy tan presumida. Yo también la he visto en mis sueños.

-¿Qué ves tú? -dije tocándome la frente.

-¿Cómo sabe que la estrella está en la frente? Yo no he dicho donde está. Alguien se lo ha dicho... -recapacitó por un instante- ¿ha sido mi hermano Lorenzo?

-¿Sabes que es tu hermano? -Le pregunté en tono confidencial.

-Siempre lo he sabido, mirarle es como mirarme en un espejo, él quiere salvarme del duque, pero no podrá, mi padre nos controla a todos, también a usted. Sobre todo a usted. -Me señalaba con el índice de la mano derecha, como si la espada de Damocles pendiera sobre mi cabeza.

-¿Por qué me controla a mí?

-Porque usted tiene el poder, su estrella es dorada, la de la madre de Ivonne y la de mi madre eran plateadas. Ellas no eran tan fuertes.

-No te entiendo.

-Usted puede darle el hijo que él anhela y entonces ni Ivonne ni yo seremos necesarias, se deshará de nosotras y probablemente de usted también.

-No pienso tener un hijo con tu padre. En esta casa estáis todos obsesionados con la idea de que voy a casarme con el duque, pero yo sólo he venido aquí a hacerme cargo de vosotras, si me siento en peligro me marcharé inmediatamente, estoy pensando ya en hacerlo. Me ponéis todos muy nerviosa con tanta insinuación.

-Él no le pedirá opinión, usted se casará con él para intentar salvarnos, pero eso él ya lo tiene previsto. La está esperando y cuando le proponga matrimonio usted debe aceptar.

-No quiero casarme con tu padre, Ivette. -Afirmé más para mí misma que para ella.

-No me diga que no es el hombre más guapo que ha visto nunca.

-Bueno…-balbuceé.

-Sí que lo es, él lo hace para enamorarla, si usted lo viera como nosotras correría de esta casa.
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* Mañana el capitulo nº 7, El Espejo. :flower:
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 12 Mar 2009, 04:01

CAP 7 (1/1) EL ESPEJO:-

Ivette me pidió que la ayudara a desenredarse el cabello, así que la acompañé a su habitación, la esperé mientras se bañaba y luego la senté frente al tocador y de pie a su espalda, me afané en desenredar su largo pelo. Su hermana Ivonne estaba sentada en un banco del jardín con un libro en las manos, la veía claramente por la ventana al tenue sol moribundo del atardecer, pronto no tendría suficiente luz para leer. La niña morena se miraba en el espejo del tocador mientras yo luchaba con los enredos de su aún húmedo cabello.

-Me gustaría que Ivonne te aceptara como yo.

-A mi también me gustaría, su forma de ser me hace sentir incómoda.

-Bueno, ella es la mayor y hasta que tú llegaste, ella era la mujercita de la casa.

-También está Margot en esta casa, que aunque sea la cocinera, también es una mujer.

-No es lo mismo Elena, tú eres joven, entre nosotras hay menos diferencia de edad, Margot tiene más de 50 años, más que una amiga o una madre podría ser nuestra abuela.

-¿Qué relación teníais con ella antes de mi llegada?

-Margot siempre nos ha tratado de forma correcta, aunque distante, parece como si nos tuviese miedo. Supongo que se debe a lo que es mi padre.

-¿Qué quieres decir?

-Mi padre también se ha alimentado de ella, al igual que de Lorenzo, aunque con quién más se ceba es con el cochero.

Me di cuenta de que quizá por miedo a que el duque despertase pronto, Ivette trataba a Lorenzo como el cochero o por su nombre, evitando expresamente referirse a él como su hermano. La noche fue cayendo sin darnos cuenta, de pronto Ivonne ya no estaba en el jardín; esperaba verla asomar de un momento a otro por la puerta de la habitación que compartía con su hermana.

-Siendo una casa tan grande, ¿cómo es que vosotras dos compartís habitación?

-Porque mi afán es que las niñas estrechen sus lazos fraternales.

La voz del duque me sorprendió, me giré y lo vi apoyado en el marco de la puerta. Estaba sin chaqueta, la camisa blanca desabrochada hasta medio pecho y por fuera del pantalón, se diría que realmente acababa de despertarse.

-¡Au! -se quejó Ivette.- Me tiras del pelo.

Me giré hacia el espejo y vi que la niña me guiñaba un ojo, me di cuenta que la puerta se reflejaba en el espejo, pero no así la figura del duque. El peine de marfil se me cayó al suelo estrepitosamente. Antes de que pudiera agacharme, la mano del duque lo recogió del suelo y levantándose, me lo dio. Apoyó la mano sobre el hombro de la niña. Yo no podía dejar de mirar el espejo, debía de haberse movido muy rápido para llegar desde la puerta hasta mi lado, en la postura en la que se encontraba. En ambos casos, tanto el movimiento, como la actual posición deberían reflejarse en el espejo, en el que solo estábamos reflejadas la niña y yo.

Pareció que él se diera cuenta, me dio la impresión de que me hubiera leído la mente. Se apartó y cubriéndose la cara con las manos estornudó, el espejo se hizo añicos ante mis propios ojos. La niña se giró y yo atiné a enterrarle la cabeza en mi vientre y cubrírsela con mis brazos, al caer, uno de los trozos de cristal me cortó en el dorso de la mano izquierda.

-¿Te has hecho daño? -me preguntó Ivette mientras su padre se daba la vuelta procurando mantenerse a cierta distancia de los trozos de espejo roto.

-¿Qué ha pasado? -preguntó el duque cogiendo mi mano herida. Noté la suya fría sobre el calor que su presencia causaba en mi piel.

-Al caer los trozos del espejo me he cortado.

-No parece grave, llamaré a Margot para que la cure y recoja este desastre -dijo él dando un tirón del cordón de la campanilla de servicio.

-Qué manera más extraña de romperse el cristal, menos mal que Ivette ha tenido buenos reflejos y se ha tapado la cara.

-Padre -dijo Ivonne asomándose a la puerta de la habitación- necesito hablar contigo.

-De acuerdo -dijo el duque.- Las veo luego señoritas -y salió por la puerta de la habitación detrás de la niña.

Enseguida llegó Margot y empezó a recoger los trozos del vidrio roto. Ivette se ofreció a curarme y juntas nos fuimos a la cocina. Tras limpiarme con agua y jabón la herida, que gracias a Dios no era más que un arañazo, se puso a curármela con alcohol.

-¿Lo has visto? O mejor, ¿no lo has visto? -me preguntó.

-Sí,-dije temblorosa- No he visto lo que tenía que haber visto.

Con pesar empezaba a admitir ante mi misma que en aquella enorme casa estaban pasando cosas muy raras, aún no tenía muy claro que Ángel fuera un vampiro, eso era demasiado para creérmelo así como así. Pero allí estaba pasando algo muy raro, una persona que no se refleja en los espejos no puede ser normal.
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* Próximamente el capítulo nº8, Celos.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeVie 13 Mar 2009, 02:19

CAP 8 (1/1) CELOS:-

Entraron en el salón de té de la primera planta, él se sentó en un sillón orejero, ella se quedó de pie frente a él.

-Padre, Ivette está ayudando a la institutriz, lo veo en mi mente, ella intenta arruinar los planes.

-No puede ser Ivonne, creo que estás equivocada. Vigilo sus pensamientos constantemente, sigue en babia, ni siquiera sospecha la clase de mostruo que soy.

-¿Qué ha pasado con el espejo del tocador? Ha sido ella quién te ha tendido la trampa para que la mujer vea que no te reflejas en los espejos.

-Es cierto, he sido muy descuidado, debí ponerme donde estuviera fuera del ángulo de reflejo.

-Hazme como tú, así podré vigilarla mejor, Ivette estará con ella de día y yo la controlaré por las noches.

-No puedo hacerlo Ivonne, no podrás seguir las clases y ella lo descubrirá, cuando eres como yo tienes que dormir todo el día.

-Me da igual, fingiré alguna enfermedad, pero si no lo haces, puede que se nos escape.

-No escapará, se está enamorando de mí, pronto aceptará mi propuesta de matrimonio.

-¿No se puede hacer sin que te cases con ella? Odio pensar que ella vaya a ser tu esposa.

-¿Por qué? Tú sabes que yo no puedo amar, no amé a tu madre, ni a la de tu hermana, ser como yo soy solo sirve para destruir.

-Tengo celos de que esa mujer pueda estar a tu lado. Tú eres mi padre y te quiero solo para mí. Hasta Ivette me da celos.

-Ivette es una niña muy sensible, ella no tiene poderes, ni es tan fuerte como tú, nunca podrá ser como yo.

-Por eso, házmelo a mí, ahora, quiero ver lo que tú ves. Quiero ser como tú.

-No puedo hacerlo Ivonne, está prohibido hacer un vampiro tan joven.

-No lo entiendo -dijo la niña refunfuñando.

-Si te doy el abrazo ahora, siempre estarás así, nunca crecerás, nunca serás una mujer.

-No me importa, lo que importa es que esa mujer no se escape, sé lo que piensa. Ayer pensaba en una manera de salir de aquí con Ivette, le tiene aprecio, pero a mí no.

-A ver si van a ser celos de que Elena quiere a tu hermana más que a ti lo que te tiene rabiosa.
-Sí, estoy rabiosa y tengo celos, no quiero que haya nadie entre nosotros -dijo la niña echándose en los brazos de su padre.- Yo te quiero para mí y no me importa no ser mujer nunca si te tengo conmigo para siempre.

La niña poco imaginaba los planes del duque de deshacerse de ella, así como de Ivette y de Elena, todos eran marionetas en su juego. La niña no podía leer la mente de su padre, éste ejercía un fuerte bloqueo sobre ella. Cuando la oía decirle que lo quería para ella sola sentía repulsión e incluso odio hacia ella. Podía, con sus estúpidos celos, poner en peligro el plan del duque. Le estaba tomando mucho esfuerzo mostrarse amable y cortés en todo momento con la institutriz, podía tomarla por la fuerza, pero entonces se perdía la magia del juego, seguía siendo humano en ese aspecto, el juego de la seducción pese al esfuerzo que le suponía, le resultaba satisfactorio.

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*¿Os gusta o lo dejo?
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeSáb 14 Mar 2009, 01:32

CAP 9 (1/1) EL DIARIO DEL DUQUE

¿Quién soy?, o debería decir ¿qué soy? Tengo miedo de mis propios pensamientos, de esa parte de mí que me anima a destruir, a robar cada noche un poco de la vida de alguien. Pero esto es lo que yo soy.

Tengo casi doscientos años, cuando llega mi cumpleaños de mortal siempre me emborracho, aunque sé que mi cuerpo no admite casi nada de lo que los demás llaman comida, cada año me arriesgo. Sé que no puedo morir, todo lo más un letargo reparador durante meses o tal vez años, pero morir, desaparecer, descansar mis huesos en una tumba y que se me coman los gusanos, no, eso está lejos de mí. La bebida me sienta mal, solo bebo vino de oporto, cuyo color rojo es tan parecido al de la sangre. Solo un par de copas y caigo redondo en mi tumba, que es donde duermo, todo el mundo va a la tumba para deshacerse y yo voy para descansar, cada vez que me levanto, cuando se oculta el sol, soy más fuerte, me siento más joven.

Soy el resultado del experimento de un vampiro novel, fui su primera creación, por lo que soy un vampiro de segundo generación. ¡Maldita sea la hora en que se cruzó en mi camino!, ¡maldito sea el día en que acepté acompañar a mi hermano a aquel lugar! Mi hermano, Jonás, cuánto tiempo hace que murió, afortunado él, que descansa en paz.

Aquel hombre, aquel brujo me eligió a mí, entre tú y yo me escogió a mí, me dio su abrazo de muerte y me enseñó lo que debía saber para sobrevivir. ¿Cómo sobrevive un ser que no vive? Robando la vida de los demás, como yo robé la suya, sí, le maté, el día en que le encontré con el cuerpo sin vida de mi hermano a sus pies. Adquirí su poder y me hice más fuerte, más poderoso y también más vulnerable al sol.

Yo tenía una mujer, la amaba, ella me rechazó cuando supo en qué me había convertido, aquella terrible y lejana noche en que discutimos y ella cayó rodando por las escaleras de nuestra casa. Cuando vino el médico y me dijo que estaba embarazada por poco me vuelvo loco, mi amada Helena. Os maté a los dos, a ti y a mi hijo. Pero el monstruo que vive en lo más profundo de mi ser se regocijó de tu muerte, ahora nada podría retenerme a tu lado.

He estado en muchos países en estos años, no puedo estar más de veinte años en cada sitio sin levantar sospechas, no envejezco, no tengo canas, ni arrugas, para mí el tiempo no pasa. Si ahora mismo, mi querida Helena, despertaras de tu sagrado descanso incluso me encontrarías más joven que a los veintisiete años que tenía cuando moriste.

Vivo con la esperanza de encontrar a la mujer de la estrella de oro, el caprichoso destino me la ha traído tras tanto tiempo de búsqueda con casi tu mismo nombre, por eso sé que es ella. Con la nueva Elena tendré a mi hijo, un hijo con mi misma fuerza y que pueda ver el sol, añoro el amanecer, hace casi 170 años que no veo uno, la última vez que intenté contemplar una salida de sol me quemé los ojos y tuve que aletargar durante meses hasta que recuperé la vista.

Los otros intentos han fracasado, Ivonne no pasa de sus poderes de adivinación y lectura de pensamientos, eso lo hace cualquier brujo barato de feria. Ella no es una inmortal, tendría que convertirla, ya me lo ha pedido. No sabe lo que es vivir eternamente, ves pasar las épocas y todas las edades del ser humano y tú nunca cambias, una niña no debe ser siempre una niña, tiene que ser mujer y enamorarse, cambiar, evolucionar... y finalmente morir. Pero sé que algo de mi maldad anida en el fondo de mi niña de cabellos de oro. Como vampiro ella podría llegar a ser aún más cruel que yo.

Ivette es la flor más delicada que he visto en mi larga vida, aún no ha desarrollado sus poderes, pero tengo la certeza que bajo esa apariencia frágil se esconde una mente muy poderosa, tampoco ella es inmortal, no es tan cruel como Ivonne, pero seguro que sería mejor vampiro. Esos ojos verdes podrían conquistar el mundo si entre sus manos tuviera este don tan poderoso. Si las convierto en vampiros, no solo no crecerán, sino que perderán la capacidad de tener hijos. No deseo a nadie la crueldad de una eterna soledad como la mía.

Lorenzo es un parásito que sirve para saciar mi sed las noches que no me apetece volar, le prometí que le daría el abrazo, pero no se lo merece, es demasiado débil. También está Margot, una mujer que conoce todos mis secretos y todas mis debilidades, otro gran fracaso en mi vida, permitirme tener a esta mujer a mi lado todos estos años me enseña el futuro de la vida y cada vez que amanece más vieja me muestra la decadencia de los seres humanos y lo que yo nunca podré tener.

Elena es la mujer marcada que he esperado todos estos años, ese cabello moreno, ese cuerpo firme y esbelto, si fuera un hombre normal me casaría con ella para formar la familia que no tuve con la primera Helena. Pero soy un monstruo sanguinario que va a casarse con ella para destruirla después de que dé a luz a mi hijo. Es lo que me dijo aquel brujo, una mujer con la frente orlada de oro me dará el hijo perfecto. Ojalá pudiera hacer el amor como antes, ya casi no me acuerdo, soy un monstruo impotente capaz de desangrar a varias doncellas en una noche, pero soy incapaz de hacerles el amor.

Quizá cuando tenga a mi hijo pueda morir, dejar que ella me mate, pero, ¿por qué? El monstruo que habita dentro de mí me recuerda que tengo la oportunidad de dominar el mundo y si además tengo un hijo que soporte la luz del sol, ¡juntos podríamos derrotar imperios!

Seguiré el plan establecido, seduciré a la institutriz, sería una pena no terminar lo que empecé al matar a sus padres y sobornar a la prima de su estúpido y humano prometido para que se lo quitase. ¡Qué tontos son los mortales! Y que fácilmente manipulables sus destinos.

Juntos mi hijo y yo buscaremos y venceremos a todos los demás inmortales hasta ser los últimos, el mundo entero será nuestro.

Soy un monstruo, lo sé, pero es lo mejor que uno puede hacer cuando tu vida se sostiene de la muerte de los demás. Soy un vampiro, y mi hijo y yo seremos los dos últimos vampiros del mundo.
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* Proximamente el capítulo 10, Seducción.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeDom 15 Mar 2009, 07:23

CAP 10 (1/1) SEDUCCIÓN:-

Entró de noche en la habitación de Elena, estaba dormida, la contempló en silencio, las mantas le tapaban hasta la cintura, dejando ver su camisón cubriéndole el pecho y los finos tirantes en sus hombros al relampaguear de las llamas de la chimenea. Dormía con el pelo suelto, derramando sus oscuros rizos por la almohada, bajo sus párpados cerrados, los globos oculares se movían, ocultando aquellos hermosos ojos color miel.

Acarició con su mirada los redondos senos de la muchacha y usando su poder, empezó a actuar sobre los sueños de la joven, ésta empezó a removerse, sus ojos se movían más rápido y su boca se entreabrió dejando escapar un leve gemido. La seduciría hasta en sus sueños, tenía que conseguir que ella se enamorase de él hasta olvidar lo que había visto, el espejo roto no sería más que un lejano recuerdo.

Se sentó en la alfombra, junto al cabezal de su cama, a una leve señal suya, el cuerpo de la muchacha obedeció cual marioneta, sacó su brazo derecho de bajo las mantas y lo dejó colgando junto al duque.

Él acarició su mano con un gélido dedo, el contraste hizo estremecerse a la bella dormida, disfrutó del tacto de aquella piel cálida y suave, sus caninos superiores empezaron a alargarse. Quería morderla, sentir su sangre sagrada en su boca, beber la sangre de la mujer de la estrella dorada.

Entornó los ojos haciendo un esfuerzo supremo por controlarse para no beber de ella allí mismo, se levantó y salió de la habitación. Descubrió con placer que había transformado su hambre por ella en deseo físico, pronto estaría preparado para poseerla.

Fue a su cripta privada a través de uno de los muchos pasadizos ocultos que llevaban hasta ella y que sólo él y Margot conocían. Descubrió que Margot le había dejado un delicioso regalo. Sobre la losa que cubría su tumba, en una labrada bandeja de plata, estaba el trozo de espejo manchado con la sangre de Elena. Lo cogió con toda la delicadeza que una bestia hambrienta puede conseguir y le pasó la lengua lentamente, temblando de placer y deleite.

Era la sangre más sabrosa que había bebido en mucho tiempo, la última vez que probó algo parecido fue la noche en que asesinó a la madre de Ivette. Ella era una estrella plateada y su sangre no era tan pura como la de Elena.

También fue a Martha, la madre de Ivette, a la última mujer a la que había hecho el amor. Sus deseos carnales habían desaparecido en la misma media en que crecía su sed de sangre. Necesitaba meses de preparación y concentración para conseguir una erección. Por suerte su habilidad para ver el aura de la víctima le ayudaba a ver cuando ésta estaba madura y así la poseía en un día exacto y quedaban embarazadas al primer intento.
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* Próximamente, capítulo 11, en sus sueños.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeLun 16 Mar 2009, 01:48

CAP 11 (1/1) EN SUS SUEÑOS:-

Desperté agitada cuando aún era de noche, había tenido el sueño más erótico y perturbador de toda mi vida.

El duque me desnudaba con sus manos frescas, casi frías y mi piel ardía al contacto con la suya. Yo desabrochaba los botones de su camisa, primero lentamente y luego más rápido, llegando a arrancar el último, que oí claramente como rebotaba sobre el suelo de la habitación. Ángel acariciaba con la punta de sus dedos las varillas de mi corpiño y yo tocaba sus abdominales bien moldeados.

Rodeó mis hombros con uno de sus brazos y me besó en el cuello, temí que me mordiese, pero no lo hizo y entonces mi temor se convirtió en deseo, deseaba que lo hiciera. Me dio la vuelta y se puso a mi espalda, con un gesto maestro me desató el corpiño y dejó mi espalda desnuda al aire, yo me cubrí los senos con los brazos mientras mi ropa interior caía al suelo, donde quedaba abandonada junto con mi vestido y su camisa.

Él me abrazó y noté mi piel fundirse con la suya, con una mano soltó la aguja del prendedor que mantenía mi pelo recogido en un moño y mi melena cayó suelta sobre su cuello y el mío que casi formaban uno solo. Noté sus manos sobre mis senos y sentí un extraño calor en el vientre que nunca antes había sentido.

Me besó en los labios y el fuego de mi interior se incrementó, le ofrecí mi lengua y busqué la suya, agarré su cabeza con mis manos y le besé aún más apasionadamente. Él abrió los ojos un instante, lo justo para buscar la cama. Me dejé llevar por él y sin soltarle ni terminar aquel profundo beso, caminamos hasta el lecho.

-Desnúdate y túmbate.- Me dijo y yo obedecí, dejando mis bragas en el frío suelo; se sentó un instante en el borde de la cama y se quitó las botas y se desabrochó el pantalón, lo dejó todo abandonado en el suelo y se deslizó dentro de la cama, junto a mí y rodeando mi cuerpo con sus brazos me volvió a besar, haciendo crecer de nuevo una oleada de calor en mi vientre, nos giramos y él quedó sobre mí, se paró un momento para mirarme a los ojos, yo no podía parpadear, estaba como hipnotizada por aquellos ojos verdes.

Entonces noté como entraba en mí, rompiendo una pequeña parte de mí a su entrada, le estaba regalando mi virginidad al hombre más atractivo y seductor del mundo. Cada embestida de su cuerpo hacía que el fuego de mi ser creciera, mientras su piel seguía igual de fresca, la mía ardía, como si el fuego de mi interior me rebosara.

De repente me estremecí, sentí una explosión del placer más puro que nunca imaginé que se pudiera llegar a sentir, al tiempo que Ángel me mordía con fiereza el cuello, yo tenía el primer orgasmo de mi vida.

Me levanté de la cama, tenía el cuerpo sudado y la ropa interior húmeda, me acerqué a la jofaina que Margot siempre mantenía llena en mi habitación, sobre el aparador y me mojé la cara con agua fría, que me hizo recordar el tacto de la piel de Ángel en mi sueño. Me restregué la cara con jabón y me la volví a enjuagar, levanté la cabeza y me contemplé en el espejo, entonces la vi.

Una estrella de cinco puntas, dorada y brillante como el mismo sol lucía en el centro de mi frente, me la tapé con una mano, pero su resplandor escapaba entre mis dedos. Me froté con la toalla y no se movió ni cambió su brillo un ápice. Me la contemplé durante largo rato y desde distintos ángulos, su luz mantenía la misma intensidad.

No recuerdo como ni cuando volví a mi cama, solo sé que cuando llamaron con los nudillos a la puerta de mi habitación aquella mañana, desperté envuelta en las sábanas de una cama totalmente deshecha.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeMar 17 Mar 2009, 00:36

CAP 12 (1/1) AL DÍA SIGUIENTE:-

-Adelante -dije, deseando en una pequeña parte de mi subconsciente que fuera el duque quien entrase por la puerta e hiciera realidad mi sueño de la noche pasada. Pero fue Margot quien atravesó el umbral.

-Señorita, ¿se encuentra bien?

-Sí, bueno, no lo sé, ¿por qué?

-Es muy tarde, las niñas ya han desayunado y están listas para las clases.

-¡Dios mío! Me he dormido, ni he escuchado el despertador, es la primera vez que me pasa, toda la vida levantándome a la misma hora. -Salté de la cama con intención de vestirme, pero al ver el desorden de la habitación, volví a sentarme en el lecho, con gesto de cansancio. ¿Cuándo me había vuelto tan desordenada? No era propio de mí.

-¿Ha pasado mala noche?

-He tenido unos sueños muy raros, eran tan reales -dije recordando lo que había visto en mi frente hacía unas horas, me froté la frente con la palma de la mano.

-Si prefiere descansar hoy y estar hasta más tarde en la cama o dedicarse a sus cosas, puede darles el día libre a las niñas, no han tenido ni ellas ni usted un solo día de descanso en…¿cuánto, cuatro meses?

-Son casi seis meses los que llevo ya aquí, Margot, ¿cree que eso sería posible?

-Claro que sí, un día libre no le viene mal a nadie.

-¿No se enfadará el duque? -dije deslizando de nuevo las piernas bajo las mantas.

-No lo creo, ¿qué pasaría si usted se pusiera enferma? No creo que el amo la obligue a dar las clases si no se encontrase usted bien -dijo Margot, recogiendo parte de la ropa de mi cama del suelo.

-Está bien, me tomaré este día libre, creo que me sentará bien, necesito hacer un…-se me cortó el habla ante lo que vi, en el cuello de Margot, que se agachaba y levantaba constantemente recogiendo el desastre de mi habitación había dos marcas iguales que las de Lorenzo.- Margot -dije saltando nuevamente de la cama- ¿qué es eso que tienes en el cuello?

-¿En el cuello? No tengo nada en el cuello -disimuló la mujer ajustándose el pañuelo con el que intentaba cubrir lo que yo ya había visto.

Me acerqué a la puerta de la habitación y la cerré suavemente, luego volví hasta donde estaba la oronda mujer y la tomé por los hombros.

-Margot, ¿él se alimenta de ti?

-Creo que está desvariando señorita, no sé de qué me habla.

-De esto. -Dije arrancándole el pañuelo del cuello.
-¡Démelo! -alzó la voz la mujer- devuélvame mi pañuelo señorita, usted no puede verlo, no debe saber… -dijo retorciéndose nerviosamente las manos.

-¿Qué es lo que no puedo saber? -la interrumpí.

-Elena, yo no puedo, el duque me matará si se entera.

-Por mí no se enterará. -Intenté confortarla para que confiara en mí.

-No puedo decírselo Elena, entiéndame. Yo soy feliz en esta casa, me gusta mi trabajo y esto no pasa más que una o dos veces al mes, no me duele, vea -dijo la mujer tocándose bruscamente la herida con sus dedos regordetes.

-Pare, pare, me da miedo verla hacer eso, solo le pido una cosa, Margot.

-No me pida que le cuente más, ya he dicho demasiado.

-No, sólo es una pregunta. ¿Corro peligro en esta casa? -la mujer bajó la vista un instante, cuando levantó la mirada, vi que tenía los ojos rojos y humedecidos.

-Sí, el quiere robarle lo más sagrado que puede tener una mujer.

-¿Qué cosa?

-Su hijo, él tendrá un hijo con usted y se lo quedará para sus fines.

-¿Pero como…?

-Tengo que irme, -me interrumpió- avisaré a las niñas que hoy no hay clases, cuando quiera puede ir a la cocina a desayunar, hay café recién hecho y leche fresca.

Me dejó con la palabra en la boca y salió disparada. Me vestí y salí dispuesta a encontrar algo más, o la cripta donde dormía su sueño diurno el duque o a Lorenzo para que me contase algo más.

Fui a desayunar a la cocina y la encontré vacía, Margot no estaba allí, seguramente me huiría durante algún tiempo por miedo a otra ronda de preguntas difíciles de contestar para ella. Me preparé un café con leche que casi acaba estrellado en el suelo cuando me di la vuelta con la taza en la mano y me encontré con Ivonne sentada a la mesa, no estaba allí un instante antes y no la había oído entrar.
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MensajeTema: Re: La Institutriz   La Institutriz Icon_minitimeJue 19 Mar 2009, 02:23

CAP 13 (1/1) APRENDER A HACER BLOQUEO:-
-Hola. -Dije con un hilo de voz intentando reponerme del susto que me había llevado.
-Buenos días, pensaba que estaba usted enferma.
-He pasado mala noche y Margot me ha dicho que no nos vendría mal a nadie un día libre, ni a mí, ni a vosotras -me senté justo enfrente de ella.
-Es verdad, no está nada mal descansar un día de sus aburridas clases.
-¿Te aburres en mis clases? Oh, vaya, no lo sabía.
-Sí, por supuesto -dijo tranquilamente mientras me miraba a los ojos.
-Bueno, si me lo hubieras dicho antes, hubiera mejorado la calidad de mis clases.
-Si aumenta el nivel de las clases mi hermana se quedará atrás.
-No creas, Ivette es muy lista, casi tanto como tú -mentí, la morena era mucho más inteligente que la rubia Ivonne.- Además que el saber no ocupa lugar, no le hará mal saber de más. Tu padre no me ha dicho nada, no sabía que estuvieras incómoda con mi método de estudio.
-Realmente estoy molesta con las clases, con usted y con su presencia. Saber que duerme usted bajo este mismo techo me incomoda.
-Vaya, lamento estar viva, que parece ser lo que te molesta -ahí estaba, se estaba mostrando abiertamente hostil, probé a ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar en esta conversación.- ¿Sabe tu padre que tienes esos sentimientos hacia mí?
-Claro que lo sabe, lo que pasa es que como soy una niña no me hace caso.
-El odio es algo muy malo, Ivonne, aclaremos el problema entre nosotras y no agobies a tu padre con tonterías.
-¿El odio para ti es una tontería? No sabes lo peligroso que puede llegar a ser el odio cuando te corre por las venas. Además mi padre no se agobia, no como tú, que ya veo que te ahogas en un vaso de agua.
-¿Me amenazas, Ivonne? -Le pregunté intentando mantener la calma.
-No, no es una amenaza, sino una advertencia, no eres digna de tu destino.
-Oye niña, ¿qué estás diciendo? No eres la más indicada para criticarme, aún no sabes por dónde irá a parar tu futuro.
-Vigile sus espaldas, señorita, el que avisa no es traidor.
Se levantó y se atusó su vestido, salió de la cocina dando grandes zancadas. Me quedé boquiabierta ante la agresividad sin disimulo de la niña. Al tocar en la ventana unos nudillos me asusté de nuevo, me giré y vi a Lorenzo por fuera de la vidriera, me acerqué corriendo a abrir la ventana, pero el muchacho ya no estaba. Había un trozo de papel sujeto bajo una piedra en el alféizar, con su terrible caligrafía y numerosas faltas de ortografía, me citaba para hablar conmigo en su cabaña a la hora en que las niñas dormirían la siesta.
Terminé aquel desayuno agitado y extraño y arrojé el papel de Lorenzo a las llamas del fogón de la cocina, salí a buscar a Ivette por la casa, la encontré en la biblioteca, estudiando en su pupitre.
-Ivette, pequeña, ¿qué haces tú aquí sola?
-Esperándote, sabía que vendrías a buscarme. Te he hecho venir con mi mente.
-Eres una maravilla, no imaginas como me gustaría que tu hermana fuera la mitad de simpática que tú.
-Ivonne es así, lo siento mucho por ti, que estás en su punto de mira. Te he hecho venir porque quiero enseñarte a hacer una cosa que te será muy útil.
-¿Qué es? -pregunté, sorprendida de que la alumna enseñara a la profesora.
-Te voy a enseñar a hacer un bloqueo, con eso evitarás que tanto mi hermana como mi padre tengan acceso a tus pensamientos.
-Dime como se hace, tu hermana lee mi mente constantemente y me acosa, he tenido una conversación muy fuerte con ella hace apenas un rato.
-Lo sé, lo he oído todo desde aquí.
-¿Cómo, si no estábamos gritando? La cocina está muy lejos de aquí.
-Ya te lo dije, yo tengo más poder que ella, lo que hago es bloquear mi mente para Ivette y para mi padre, él tampoco ha descubierto aún que ya tengo poderes.
-¿Qué más poderes tienes? Además de ese oído finísimo y de poder atraer a la gente con tu mente.
-Puedo entrar en tus sueños, puedo curar enfermedades leves con mis manos, y alguna vez he hecho sin querer una cosa muy extraña. Estando dormida me he desdoblado y he visto mi cuerpo dormido y me he movido por toda la casa atravesando incluso las paredes, se puede hasta volar en este estado.
-He leído algunos libros sobre algo parecido a eso, se llama desdoblamiento o viaje astral.
-Vale, ahora quisiera enseñarte a hacer el bloqueo. Primero tienes que aprender a notar cuando alguien intenta entrar en ti.
-¿Cómo lo noto?
-Ahora voy a intentar entrar en tu pensamiento, dime qué sientes.
-Noto una punzada aquí. -Dije señalándome un punto justo entre los ojos.
-Vale, según lo agresiva que sea la entrada lo puedes sentir más o menos fuerte o no sentirlo en absoluto. Tendrás que estar atenta y entonces activar el bloqueo. Si puedes, cierra los ojos, eso te ayudará a concentrarte. Piensa en algo en lo que no interese nada a quién esté intentando entrar, algo como un vestido bonito o un árbol o algo así. Quién vea algo así, pensará que no tiene interés y te dejará en paz.
-¿Tan fácil como eso? -pregunté yo.
-No es tan fácil como piensas, tienes que hacer que no se note, no te creas que se darán por vencidos tan pronto. Sobre todo mi padre, es muy sutil entrando y busca en lo más profundo.
-Con lo que realmente tengo problemas es con los sueños. Creo que alguno de los dos me los está manipulando.
-No creas, ten la certeza de que así es. Es mi padre, él intenta por todos los medios que te sientas atraída por él.
-Creo que lo está consiguiendo, me siento turbada cuando lo tengo cerca.
-También puede ser hipnotismo, es una de sus armas.
-Entonces por qué no me hipnotiza y acabamos de una vez con este jueguecito. Estoy a punto de volverme loca, entre las cosas que sueño y cómo me trata tu hermana, estoy crispada de los nervios.
-Aún te queda lo más duro. La boda será por tu religión, aunque él no crea en tu Jesucristo, tú sí y eso te hace válida ante El.
-Y si no cree, ¿qué importancia tiene entonces?, realmente la boda válida sería ante un juez de paz.
-El no puede salir de día, traerá a un sacerdote que es esclavo suyo para que oficie la ceremonia.
-¿Esclavo suyo?
-Sí, él puede dar de beber de su sangre a una o varias personas y así las mantiene bajo su control, son sus esclavos o ghouls.
-¿Qué efecto tiene en esas personas la sangre de tu padre?
-Depende, hay varios efectos, algunos pueden desarrollar un sentido más agudo que el resto, él las usa como sus vigilantes, dado que él tiene que dormir de día, ellas le informan de lo que haya pasado durante el día que pueda afectar a sus planes.
-Ivette, ¿no hay alguna manera de que tú, yo y tu hermano podamos escapar de aquí sin que él nos encuentre?
-La única es matándole, Elena. Por expertas que nos hiciésemos en bloquearle, él tiene muchísima experiencia, puede que tardase una semana, o un mes o varios años, pero finalmente nos encontraría.
-Parece tan joven… ¿Cómo puede tener tanta experiencia?
-Porque tiene casi doscientos años, ha vivido demasiado tiempo, puede aparentar la edad que quiera. Ahora, por ti, porque quiere conquistarte, se mantiene joven como fue en el principio. También se mantiene joven para nosotras, no desea asustarnos por nada, aunque si lo hiciéramos enfadar mucho podría volverse un monstruo terrible y asustarnos mucho. Ese truco de cambiar de apariencia le es muy útil si alguna vez tiene que huir de un sitio, cambia a otro aspecto que no tenga nada que ver y fácilmente le perderían la pista quienes le estuvieran buscando.
-¿Tú lo has visto a otra edad?
-Yo lo he visto una vez con sus doscientos años, durante uno de mis viajes astrales, como tú dices.
-¿Qué aspecto tiene un hombre con 200 años?
-Este, -dijo sacando un dibujo de su pupitre, la niña tenía bastante talento para el dibujo o mucha imaginación- ten en cuenta una cosa Elena, hace mucho tiempo que mi padre dejó de ser un hombre, sólo lo aparenta para manipular a todos los que están a su alrededor y así poder obtener lo que necesita.
Fui corriendo a mi habitación a escribir en mi diario una pequeña descripción de la abominación que había visto en el retrato que Ivette me mostró, estaba hecho en carboncillo, por lo que todo eran claroscuros.
Un monstruo encorvado, casi con joroba, con unos dedos largos y afilados, nada que ver con las manos varoniles y jóvenes que lucía ante mí. El cabello parecía mucho más ralo, no tenía tanto volumen como cuando yo lo veía y según la niña, no era negro, sino totalmente blanco. Lo peor era su cara, la piel estaba muy arrugada, pero lo que dominaba el dibujo era la expresión de sus ojos. Ivette me había dicho que eran rojos, brillantes y con una vista excepcional. Al pensar en unos ojos rojos, me vino a la memoria lo que vi reflejado en los cristales de las gafas de Lorenzo, aquella lejana primera noche de mi estancia en la casa, en la cocina. Su boca era un gurruño, algo arrugado y deforme, sus labios tan carnosos en mis sueños casi no existían y entre ellos sobresalían unos largos caninos superiores.
-Esta es su peor arma, -me había dicho la niña- solo hay dos maneras de matarlo, o ponerlo al sol o cortarle la cabeza.
-¿Y la estaca en el corazón? -la idea de cortarle la cabeza me ponía los pelos de punta.
-Creo que ha leído usted demasiadas historias de terror. -Dijo mirándome con significación como si hubiera dicho la frase más tonta de mi vida.

En mis años de internado, mis compañeras y yo disfrutábamos contando historias de terror a la luz de una vela las noches de tormenta, pero ninguna resultaba tan real como la que me iba a tocar vivir.
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