Reseña de "Infierno blanco" (The Grey) con Joe Anderson

Recomendada para fans del cine de supervivientes en circunstancias extremas.

Un grupo de trabajadores de una refinería de petróleo tiene un accidente de avión en las montañas de Alaska. Los supervivientes, encabezados por su líder (Liam Neeson), se ven obligados a trazar un plan que les permita seguir con vida en un escenario de lo más pesimista: algunos de ellos están expuestos a heridas mortales, su situación es prácticamente ilocalizable y el inclemente tiempo les acerca a cada minuto a la muerte por congelación. Por si fuera poco, descubrirán que no están solos y que tendrán que luchar con una manada de lobos cazadores por su supervivencia.



“Infierno blanco” —”The grey”, en su título original— parte del relato corto “Ghost walkers”, escrito por Ian Mackenzie Jeffers, el también autor del guion junto al director Joe Carnahan (“Ases calientes [Smokin' aces]“, “El equipo A”). Se trata de una historia que viene a sumarse a toda una tradición de cine de supervivientes o de hombres enfrentados a la naturaleza, desde parte del cine de Werner Herzog al survival de “¡Viven!” (Frank Marshall, 1993) pasando por la imprescindible “Defensa” (John Boorman, 1972), si bien referentes más directos podrían ser “El vuelo del Fénix” (Robert Aldrich, 1965), película sobre un grupo de supervivientes a un accidente de avión en el Desierto de Gobi —que tuvo su remake en 2004—, o “El infierno blanco” (William A. Wellman, 1953), en la que John Wayne y los tripulantes de un vuelo comercial se las veían y se las deseaban en las heladas tierras de Labrador.



En este caso, el contexto es la hostil tundra de Alaska, en la que tiene lugar el accidente de avión que deja a ocho hombres frente al peor escenario posible. Y al contrario que en “El vuelo del Fénix”, esos supervivientes no son —más allá de su protagonista Liam Neeson (“Sin identidad”, “Ira de titanes 3D”)— actores fáciles de reconocer o estrellas de primera fila que sirvan como reclamo. La razón la explica Dermot Mulroney (“J. Edgar”, “Una aventura extraordinaria”), uno de los actores que forma parte de ese grupo: «En muchas películas, si ves a un grupo de gente subiéndose a un avión y reconoces a media docena, ya sabes de antemano quién va a sobrevivir, y eso estropea el efecto. Por eso, Joe [Carnahan] eligió para la película a actores muy fuertes y entregados; puede ser que hayas visto a alguno antes, pero no a todos, todavía». De esta manera, Neeson y Mulroney encabezan un reparto que completan los secundarios Joe Anderson (“Amelia”, “The crazies”), Frank Grillo (“Almas condenadas”, “Warrior”), James Badge Dale (“La conspiración”, “Shame”), Ben Bray (“Mentes en blanco”), Nonso Anozie (“Conan el bárbaro [2011]“) y Dallas Roberts (“En la cuerda floja”, “El tren de las 3:10″).



“Infierno blanco” se rodó en Smithers, en la Columbia Británica, un pueblo de 5.500 habitantes a 12 horas de coche de Vancouver. Se trata de un paraje montañoso en el que el equipo se reunió y en el que el realizador Joe Carnahan enfrentó desde el principio a los intérpretes a una filmación en condiciones durísimas. Así lo describe el director: «Rachas de viento de 130 km/h, horas a la intemperie con un tiempo helado (…) Intentaba decir una frase del guión y la boca no se me movía (…) Las ventiscas nos echaron tres veces de las montañas. Tenía indicios de congelación en los dedos de las manos y de los pies», cuenta Carnahan. De hecho, en un momento dado del rodaje, los actores se ve vieron enterrados en la nieve hasta los mulos y no tenían visibilidad debido a la ventisca, mientras que las cámaras apenas podían grabar con grúa debido a que el combustible de la maquinaria se había solidificado.



Con un presupuesto aproximado de 34 millones de dólares y pocos nombres estrella en su cartel, “Infierno blanco” consiguió alcanzar el número 1 de la taquilla estadounidense, y a día de hoy lleva recaudados cerca de 23 millones de dólares. Se estrena el 17 de febrero en los cines españoles, como propuesta ideal para fans de las películas de supervivientes en circunstancias extremas.

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