FanArt de la escena que debió estar en Eclipse 2ibhr89
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 FanArt de la escena que debió estar en Eclipse

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Bella Swan
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MensajeTema: FanArt de la escena que debió estar en Eclipse   FanArt de la escena que debió estar en Eclipse Icon_minitimeJue 26 Ene 2012, 09:05

Cuando leí el libro de Eclipse, me gustó mucho la parte del segundo beso entre Jacob y Bella, cómo lo describía y lo que se le pasaba a ella por la cabeza.
Sin embargo ese momento no apareció en la película y el esperado beso entre Jacob y Bella, nos supo a muy, muy, muy poco.Era el gran momento de Jacob en la Saga y yo me sentí un poco "estafada" en ese aspecto.Aunque también he de decir que es la única pega que le encuentro al film de David Slade.
Pues como me quedé sin verlo en pantalla, me hice un fanart de lo que más o menos me hubiese gustado ver en el cine.Bella y Jacob besándose en la montaña y debajo lo que se le pasaba a Bella por la cabeza mientras tanto.Os lo dejo a continuación y el fragmento del libro donde aparece ( y un poco más porque no me canso de leerlo ^^).

imagebam.com
Pinchar para ampliar.

—Jacob, te lo suplico. Quédate conmigo —me habría arrodillado de haber sido capaz de moverme.
—¿Durante quince minutos, mientras me pierdo una buena pelea, para que luego me abandones en cuanto pienses que ya estoy a salvo? Debes de estar de guasa.
—No huiré. He cambiado de idea. Buscaremos alguna solución, Jacob, siempre hay alguna manera de llegar a un arreglo. ¡No vayas!
—Mientes.
—No. Ya sabes qué mal se me da mentir. Mírame a los ojos. Me quedaré si tú también lo haces.
Su rostro se endureció.
—¿Para ser tu testigo en la boda?
Pasó un momento antes de que yo pudiera articular palabra y aun así la única respuesta que le pude dar fue:
—Por favor.
—Eso es lo que pensaba —repuso, serenando de nuevo su expresión, a pesar del brillo turbulento de sus ojos—. Te quiero, Bella —murmuró.
—Te quiero, Jacob —respondí con voz rota.
Él sonrió.
—Eso lo sé mejor que tú.
Se volvió para marcharse.
—Haré cualquier cosa —le grité con voz estrangulada—, lo que quieras, Jacob. ¡No vayas!
El se detuvo y se giró con lentitud.
—No creo que en realidad quieras decir eso.
—Quédate —le supliqué.
Sacudió la cabeza.
—No —se paró momentáneamente, como si estuviera tomando alguna decisión—. Me voy y dejaremos que decida el destino.
—¿Qué quieres decir? —pregunté con voz ahogada.
—No haré nada con premeditación. Me limitaré a luchar lo mejor posible por mi manada y dejaré que ocurra lo que tenga que ocurrir —se encogió de hombros—. Salvo que tú quieras convencerme de que en verdad quieres que regrese, sin que te hagas la desinteresada.
—¿Cómo?
—Podrías pedírmelo —sugirió.
—Vuelve —murmuré. ¿Cómo podía él dudar de qué era lo que quería?
Sacudió la cabeza y volvió a sonreír.
—No es de eso de lo que estoy hablando.
Me llevó un segundo entender a qué se refería, y durante todo el rato él estuvo mirándome con su expresión suficiente, bien seguro de cuál sería mi reacción. Tan pronto como me di cuenta, sin embargo, solté las palabras sin pararme a contemplar el coste que acarrearían.
—¿Quieres besarme, Jacob?
Abrió los ojos a causa de la sorpresa, pero luego los entornó, suspicaz.
—Me tomas el pelo.
—Bésame, Jacob. Bésame y luego regresa.
Él vaciló entre las sombras mientras se debatía consigo mismo. Se volvió a medias hacia el oeste, con el torso dándome ligeramente la espalda, aunque sus pies continuaban plantados en el mismo sitio. Todavía mirando hacia lo lejos, dio un paso inseguro en mi dirección, y después otro. Volvió el rostro para mirarme, lleno de dudas.
Le devolví la mirada. No tenía ni idea de cuál era la expresión de mi rostro.
Jacob vaciló sobre sus talones y después se tambaleó hacia delante, salvando la distancia que había entre nosotros en tres grandes zancadas.
Sabía que se aprovecharía de la situación. Lo esperaba. Me quedé muy quieta, con los puños cerrados a ambos costados, mientras él tomaba mi cabeza entre sus manos y sus labios se encontraban con los míos con un entusiasmo rayano en la violencia.
Pude sentir su ira conforme su boca descubría mi resistencia pasiva. Movió una mano hacia mi nuca, encerrando mi cabello desde las raíces en un puño retorcido. La otra mano me aferró con rudeza el hombro, sacudiéndome y después arrastrándome hacia su cuerpo. Su mano se deslizó por mi brazo, asiendo mi muñeca y poniendo mi brazo alrededor de su cuello. Lo dejé allí, con la mano todavía encerrada en un puño, insegura de cuan lejos estaba a dispuesta a llegar en mi desesperación por mantenerle vivo. Durante todo este tiempo, sus labios, desconcertantemente suaves y cálidos, intentaban forzar una respuesta en los míos.
Tan pronto como se aseguró de que no dejaría caer el brazo, me liberó la muñeca y buscó el camino hacia mi cintura. Su mano ardiente se asentó en la parte más baja de mi espalda y me aplastó contra su cuerpo, obligándome a arquearme contra él.
Sus labios liberaron los míos durante un momento, pero sabía que ni mucho menos había terminado. Siguió la línea de mi mandíbula con la boca y después exploró toda la extensión de mi cuello. Me soltó el pelo y buscó el otro brazo para colocarlo alrededor de su cuello como había hecho con el primero.
Y entonces sus brazos se cerraron en torno a mi cintura y sus la bios encontraron mi oreja.
—Puedes hacerlo mucho mejor, Bella —susurró hoscamente—. Te lo estás tomando con mucha calma.
Me estremecí cuando sentí cómo sus dientes se aferraban al lóbulo de mi oreja.
—Eso está bien —cuchicheó—. Por una vez, suéltate, disfruta lo que sientes.
Sacudí la cabeza de modo mecánico hasta que una de sus manos se deslizó otra vez por mi pelo y me detuvo.
Su voz se tornó acida.
—¿Estás segura de que quieres que regrese o lo que en realidad deseas es que muera?
La ira me inundó como un fuerte calambre después de un golpe duro. Esto ya era demasiado, no estaba jugando limpio.
Mis brazos estaban alrededor de su cuello, así que cogí dos puñados de pelo, ignorando el dolor lacerante de mi mano derecha y luché por soltarme, intentando apartar mi rostro del suyo.

Y Jacob me malinterpretó.
Era demasiado fuerte para darse cuenta de que mis manos querían causarle daño, de que intentaba arrancarle el pelo desde la raíz. En vez de ira, creyó percibir pasión. Pensó que al fin le correspondía.
Con un jadeo salvaje, volvió su boca contra la mía, con los dedos clavados frenéticamente en la piel de mi cintura.
El ramalazo de ira desequilibró mi capacidad de autocontrol; su respuesta extática, inesperada, me sobrepasó por completo. Si sólo hubiera sido cuestión de orgullo habría sido capaz de resistirme, pero la profunda vulnerabilidad de su repentina alegría rompió mi determinación, me desarmó. Mi mente se desconectó de mi cuerpo y le devolví el beso. Contra toda razón, mis labios se movieron con los suyos de un modo extraño, confuso, como jamás se habían movido antes, porque no tenía que ser cuidadosa con Jacob y desde luego, él no lo estaba siendo conmigo. Mis dedos se afianzaron en su pelo, pero ahora para acercarlo a mi.
Lo sentía por todas partes. La luz incisiva del sol había vuelto mis párpados rojos, y el calor iba bien con el calor. Había ardor por doquier. No podía ver ni sentir nada que no fuera Jacob.
La pequeñísima parte de mi cerebro que conservaba la cordura empezó a hacer preguntas.
¿Por qué no detenía aquello? Peor aún, ¿por qué ni siquiera encontraba en mí misma el deseo de detenerlo? ¿Qué significaba el que no quisiera que Jacob parara? ¿Por qué mis manos, que colgaban de sus hombros, se deleitaban en lo amplios y fuertes que eran? ¿Por qué no sentía sus manos lo bastante cerca a pesar de que me aplastaban contra su cuerpo?
Las preguntas resultaban estúpidas, porque yo sabía la verdad: había estado mintiéndome a mí misma.
Jacob tenía razón. Había tenido razón todo el tiempo. Era más que un amigo para mí. Ése era el motivo porque el que me resultaba tan difícil decirle adiós, porque estaba enamorada de él. También. Le amaba mucho más de lo que debía, pero a pesar de todo, no lo suficiente. Estaba enamorada, pero no tanto como para cambiar las cosas, sólo lo suficiente para hacernos aún más daño. Para hacerle mucho más daño del que ya le había hecho con anterioridad.
No me preocupé por nada más que no fuera su dolor. Yo me merecía cualquier pena que esto me causara. Esperaba además que fuera mucha. Esperaba sufrir de verdad.
En este momento, parecía como si nos hubiéramos convertido en una sola persona. Su dolor siempre había sido y siempre sería el mío y también su alegría ahora era mi alegría. Y sentía esa alegría, pero también que su felicidad era, de algún modo, dolor. Casi tangible, quemaba mi piel como si fuera ácido, una lenta tortura.
Por un larguísimo segundo, que parecía no acabarse nunca, un camino totalmente diferente se extendió ante los párpados de mis ojos colmados de lágrimas. Parecía que estuviera mirando a través del filtro de los pensamientos de Jacob, vi con exactitud lo que iba a abandonar, lo que este nuevo descubrimiento no me salvaría de perder. Pude ver a Charlie y Renée mezclados en un extraño collage con Billy y Sam en La Push. Pude ver el paso de los años y su significado, ya que el tiempo me hacía cambiar. Pude ver al enorme lobo cobrizo que amaba, siempre alzándose protector cuando lo necesitaba. En el más infinitesimal fragmento de ese segundo, vi las cabezas inclinadas de dos niños pequeños, de pelo negro, huyendo de mí en el bosque que me era tan familiar. Cuando desaparecieron, se llevaron el resto de la visión con ellos.
Y entonces, con absoluta nitidez, sentí cómo se escindía esa pequeña parte de mí a lo largo de una fisura en mi corazón y se desprendía del todo.

Los labios de Jacob todavía estaban donde antes habían estado los míos. Abrí los ojos y me estaba mirando, maravillado con cada detalle.
—Tengo que irme —susurró.
—No.
Sonrió, satisfecho por mi respuesta.
—No tardaré mucho —me prometió—, pero una cosa primero...
Se inclinó para besarme de nuevo y ya no había motivo para resistirse. ¿Qué sentido tenía?
Esta vez fue diferente. Sus manos se deslizaron con suavidad por mi rostro y sus labios cálidos fueron suaves, inesperadamente indecisos. Duró poco, y fue dulce, muy dulce.
Sus brazos se cerraron a mi alrededor y me abrazó con seguridad mientras me murmuraba al oído.
—Éste debería haber sido nuestro primer beso. Mejor tarde que nunca.
Contra su pecho, donde él no podía verme, mis lágrimas brotaron y se derramaron por mis mejillas.



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